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La dama de hierro

Caratula de "La dama de hierro" (2011) - Pantalla 90

Crítica:

Público recomendado: jóvenes y adultos

Llega a nuestras carteleras la biografía de una de las políticas más controvertidas del siglo XX, Margaret Tatcher. Esta mujer apodada “la dama de hierro”, guió políticamente al Reino Unido como primera ministra y líder del partido conservador entre los años 1979 y 1990. Una figura digna de ser rescatada por el cine y a la que Phyllida Lloyd se acerca con una delicadeza extraordinaria, para conseguir un retrato cargado de humanidad.

La elección de Meryl Streep como indiscutible protagonista es uno de los grandes aciertos del proyecto, aunque la estupenda interpretación de la actriz eclipsa otros elementos del filme como el guion de Abi Morgan o la fotografía de Elliot Davis, por no hablar del trabajo de los actores secundarios, especialmente el de Jim Broadbent en el papel de Denis Tatcher.

La película comienza con una Margaret Tatcher ya anciana, y a través de flashbacks va recuperando momentos pasados de su vida, desde sus años universitarios en Oxford y su matrimonio, hasta acontecimientos históricos como la guerra de las Malvinas. A lo largo del metraje sus intervenciones públicas y su vida privada se entrelazan para permitirnos comprender qué fue lo que llevó a esta mujer a sacrificar gran parte de su vida personal en pos de su carrera política, y cómo su firmeza a la hora de tomar decisiones –pero sobre todo de mantenerlas- acabó por convertirla en una de las principales personalidades políticas del siglo XX.

La dama de hierro es una película dura en muchos sentidos, aunque también llena de ternura, especialmente durante esos momentos dedicados a mostrarnos la vida de una Margaret Tatcher con algo de demencia senil, olvidada por la clase política y arropada por unos hijos que crecieron con una madre ausente. Es en ese momento en el que salen a relucir los sentimientos y las obsesiones de una mujer que experimentó grandes satisfacciones profesionales, aunque en la última etapa de su vida no recibió del mundo de la política la gratitud esperada.

Al igual que ocurre con las buenas biografías, esta película consigue explicarnos las motivaciones que mueven a las personas a actuar, y acercarnos a la personalidad de una mujer complicada y algo extravagante para aquel tiempo, que decidió conducir su vida y su país con una inusual firmeza y sangre fría. Y en este camino, marcado por el éxito pero también por el dolor y el sacrificio, fue decisiva la presencia de su familia, que contribuyó a forjar un carácter que explica en gran medida las acciones políticas de la protagonista.

Aunque quizá el mayor mérito de la directora sea el de huir de la representación plana de una personalidad compleja. Phyllida Lloyd elude el estereotipo del personaje que siente remordimientos por haber antepuesto su trabajo a su familia, así como la tentación de reducir la figura de Tatcher a la de una mujer adelantada a su tiempo que traspasó barreras de género y clase, sin atender a su parte más íntima y familiar. Toda una vida relatada en poco menos de dos horas de forma equilibrada y conmovedora, en una película que con toda probabilidad estará presente en la ceremonia de los Oscar.

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