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El corredor del laberinto

El corredor del laberinto buena

Público recomendado: Jóvenes y adultos

A quienes no han leído el libro, el final de El corredor del laberinto les va a descolocar y no lo digo porque sea especialmente impactante sino porque grita a voces una segunda parte en la que se clarifiquen distintas cuestiones expuestas. Es la mayor “rareza” de este filme de Wes Ball (Jacob, The ruin…), cuyo coguionista es el escritor James Dashner, autor de la saga con el mismo nombre.

 

 

Como el libro, el inicio de esta cinta abre con el despertar de Thomas  (Dylan O’Brien: The first time, Los becarios…) que asciende velozmente en un montacargas hacia un cuadro de luz, donde le espera un círculo de jóvenes varones. Ha llegado al Centro, lugar donde viven y se organizan comunalmente los muchachos cuyo perímetro está cerrado por una muralla inexpugnable de cientos de metros con una única salida que conduce al laberinto (lugar paradigmático de miedos personales), cuya apertura depende de un poder ajeno a los adolescentes.

Cual náufragos en una isla, estos se organizan para proveerse de víveres, vestido, alojamiento y ejecutan diversos cometidos para la comunidad, entre otros, ser corredores, encargados de explorar el laberinto que les conduzcan a la salida. Significativo es la valoración de la responsabilidad personal en asumir las funciones indicadas y el trabajo en equipo que hace posible la pervivencia del grupo.

Pero al recién llegado Thomas, lo que le acucia es salir del lugar para lo cual tendrá que enfrentarse con el forzudo Gally (Will Poulter: Las crónicas de Narnia…), personaje que representa la seguridad conservadora y la permanencia en el lugar, al que todos han llegado escalonadamente forzados y sin recuerdos de su vida anterior. Para Thomas éste será el móvil de sus actos y encarna la rebeldía de quien se opone a los hechos establecidos, empeña su libertad para superar la situación y encara –aunque teme- las incógnitas que le depare el futuro. Por ello, no dudará en apuntarse a la actividad más peligrosa de cuantas existen en la organización y que rehúye la mayoría: ser corredor. Porque en el inmenso Dédalo, habitan unos “pobladores” malignos dispuestos a abortar cualquier intento de fuga.

Sin ser un filme que descienda a consideraciones sesudas sobre la organización social y los distintos roles en la comunidad, sí se aprecia una preocupación por estos temas, propias de la obra con el mismo nombre de Dashner, aunque desatiende inexplicablemente otros igualmente importantes, como es el sentido religioso del ser humano, presente desde los albores de la humanidad.

En cuanto al amor, se aprecia el afecto y la camaradería entre los chicos y empieza a plantearse débilmente entre géneros cuando llega al lugar la única mujer, Teresa (Kaya Scodelario).

El corredor del laberinto cuenta con las mejores escenas de acción cuando los corredores investigan por los pasadizos para encontrar la salida, a la que se opondrán “Las laceradoras”, arañas enormes que nos recuerdan a “Ella-Laraña” de El Señor de los Anillos.

Abierto al suceder de los acontecimientos en una segunda entrega, el filme de Ball y Dashner es positivo porque ejemplifica que los jóvenes maduran en circunstancias extremas.

Enrique Chuvieco

 

 

Película: The maze runner.  País: USA. Año: 2014.

Dirección: Wes Ball.

Interpretación: Dylan O’Brien (Thomas), Thomas Brodie-Sangster (Newt), Kaya Scodelario (Teresa), Will Poulter (Gally), Aml Ameen (Alby), Blake Cooper (Chuck), Ki Hong Lee (Minho), Patricia Clarkson (ministra Ava Paige).

Género: Ciencia-ficción.

Duración: 114 minutos

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