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Exodus: Dioses y Reyes

Exodus: Dioses y Reyes 

Público: Jóvenes.

Según la historia bíblica, Moisés es el hombre encomendado por Dios para liberar al pueblo hebreo de la esclavitud en Egipto y guiarles hacia la Tierra de Israel.

 

Exodus: Dioses y reyes es la adaptación de Ridley Scott (Alien, Blade Runner, Gladiator) pero también es la historia de dos hermanos, un pueblo esclavizado y un Dios que se manifiesta, aparentemente, con cierta dureza. La película, rodada en gran parte en Almería, está dedicada al hermano menor del director, Tony Scott, recientemente fallecido.

Exodus: Dioses y reyes nos cuenta la historia bíblica de Moisés que ha sido tantas veces adaptada en el cine: Los diez mandamientos (1923 y 1956), por Cecil B. DeMille; El rey de Israel (1974), de Gianfranco De Bosío; La loca historia del mundo (1981), de Mel Brooks; El príncipe de Egipto (1998), de Simon Wells, Branda Chapman y Steve Hickner; y La Biblia (2013), de Crispin Reece. Al descubrirse su origen judío, Moisés es expulsado de Egipto por Ramsés, su hermanastro, y termina liderando la liberación del pueblo esclavizado de Israel. La adaptación de Ridley Scott logra un producto de corte fantástico a pesar de tener temática religiosa; esto ha llevado a los autores a escoger a placer aquellos pasajes que contribuyan a este maquillaje fantástico tan de moda: las plagas, el paso del Mar Rojo, o el final con las tablas de la Ley. Esta dinámica de fantasear la obra original también ha ocurrido recientemente en películas como Noé, de Darren Aronosky; o en cualquier adaptación de El Señor de los Anillos, acentuado aún más en la trilogía de El Hobbit, aún por cerrar en los próximos días. Parece existir como una incapacidad para narrar lo contemplativo, que se detecta primeramente, en una fragmentación de la narración visual, que nos lleva a montajes arrítmicos y secuencias de acción más largas, con una explicitud visceral de la violencia en ocasiones rozando lo gore. Pero, ¿por qué sucede esto de convertir una historia bíblica, como es el caso que nos ocupa, en un producto de corte fantástico?

La película relata con cierta torpeza la historia bíblica debido principalmente a la torpeza de sus creadores de narrar la relación entre la religiosidad y la persona; como si no hubieran tenido experiencia de ella; como si se les hubiera olvidado la raíz que constituye a este pueblo y les resultara extraña y ajena hasta el punto de incomprensible. En la película se muestra a Dios bajo la imagen de un niño que incluso podría ser la conciencia del propio Moisés (y no Dios), según declaraciones del propio director. Se percibe, pues, al Dios bíblico de Moisés que se hacía compañía en el camino, convertido en una especie de intrusión arbitraria y no como alguien que haga al individuo capaz de realizarse a sí mismo, de caminar mejor y de ser mejor persona; y menos aún, a todo un pueblo. Para una generación formada en el racionalismo, dicha posibilidad sería como una cárcel para la mente y el espíritu. Sin embargo, a lo largo de las más de dos horas de metraje no sucede una abolición de Dios en el relato de forma completa sino la abolición absoluta (o el intento) de cualquier posibilidad de liberación a través de cualquier forma que exceda la creatividad racional. Como mi experiencia no es la de un Dios que se hace compañía, y como la única verdad es lo que se puede demostrar, lo primero que hay que excluir (o intentarlo) es la posibilidad de que Dios pueda intervenir en la historia del hombre. Pero, ¿se puede vaciar de contenido religioso los libros del Antiguo Testamento y mostrarlos tan solo como historias de raíz fantástica?

Para responder a esto son dos las ideas que me gustaría resaltar de Exodus, esta épica aunque superficial adaptación del director Ridley Scott (Prometheus, Thelma y Louise). Por un lado, resulta muy interesante cómo una profecía egipcia augura a Moisés, como al futuro guía y libertador del pueblo hebreo; un interesante punto de diálogo interreligioso; como si Dios se sirviera de todo intento religioso por parte del hombre (incluso desde el mito) para acercarse a su historia… Podemos tratar de vaciar de Dios una historia como ésta pero, entonces, si hubiera algo de Mito habría que medirse con él, que es lo que pasa al dejar la profecía en el guión. El anhelo de significado en el hombre, expresado en el faraón Seti I (John Turturro) que confía dicho anhelo a los dioses egipcios, ya existía en el siglo XIV antes de Cristo… Según el Diccionario de la RAE, una profecía es un “don sobrenatural que consiste en conocer por inspiración divina las cosas distantes o futuras”. De hecho, Moisés es una figura relevante tanto para el judaísmo y el cristianismo como para el Islam o el bahaísmo. Es más, esta corriente cultural que al desconocer la experiencia religiosa es incapaz de narrarla, es algo que afecta a cualquier religión del planeta. La tarea, por lo tanto, es algo que nos implica a todos y misteriosamente, nos une en dicha labor. ¿Podría servir esta película para tratar de recuperar el valor de la experiencia religiosa tanto para cristianos como para judíos justamente al ser ejemplo claro de su ausencia?

Y en segundo lugar, resaltar cómo la identidad de Moisés aflora en él, de forma más consciente, cuando siguiendo la voluntad de Dios (o la de su conciencia) se reconoce como miembro de un pueblo. Como si la confusión del personaje (propia del hombre posmoderno) se aclarara solo junto a un pueblo que camina, que brega con Dios… Ante esta nueva autoconciencia por parte Moisés, resulta muy interesante ver cómo en una relación afectiva (en este caso su matrimonio) no puede más que abrazarse dicha pertenencia, si es que se ama el bien del otro y su felicidad. Dicho de otra forma, si me descubro parte de la historia de un pueblo no puedo construir una familia (más pueblo) sin cuidar la pertenencia al mismo. Por lo tanto, a pesar del intento de romper con la tradición, a nivel  humano es imposible extirpar la necesidad de no concebirse solo en la vida. Se puede tratar de eliminar cualquier expresión religiosa pero no se puede borrar del corazón humano el anhelo de infinito que llevamos inscrito.

Estos dos temas no están desarrollados en la película; quizás, fruto de un guión que ha querido priorizar una impactante puesta en escena frente a una construcción honda y rica tanto de los personajes como de su contexto. Se le ha dado más importancia a crear un universo épico fantástico que a crear uno que respete el realismo histórico. Esto obedece, quizás, a decisiones comerciales en busca de productos de consumo fácil (Fast Film) donde nadie se cuestione sobre el significado de nada o la relevancia con el momento actual; con el “ahora” personal (ese anhelo de significado que es anterior a la religión). Frente a la pasividad existencial a la que nos llevan películas como ésta, se empieza a añorar, extrañamente, películas de corte más provocador y arriesgado, pues al menos despiertan al espectador y le interpelan aunque sea desde el escándalo y la rebeldía.

Ante nuevas adaptaciones como esta y las comentadas no podemos gastar toda la energía tan solo en afirmar las diferencias respecto a la obra original (por justas que sean), tenemos que guardar alguna energía para detectar cualquier atisbo de humanidad desde el que poder reconstruir qué significa ser humano y cuáles son las exigencias de significado que de verdad tenemos; aquellas que son comunes a cualquier género cinematográfico (al fantástico y al histórico) y que traspasan los siglos como queriendo encontrar un destino… Pero, ¿no es más libre la mente que está abierta a la posibilidad de que algo extraordinario suceda?, ¿no resulta más razonable una visión del hombre (de Moisés) que reconozca su mezcla paradójica de límites y potencialidades?

En definitiva, una notable película de entretenimiento con un reparto algo irregular que logrará saciar a los espectadores de comida rápida (Fast film) pero que decepcionará a los que busquen una fidelidad al relato bíblico. Vale la pena destacar la acertada banda sonora del español Alberto Iglesias así como el valor económico y social que ha supuesto que Exodus se rodará en España, concretamente en la provincia de Almería (el desierto de Tabernas y Sierra de Alhamilla) y en Canarias, en la isla de Fuenteventura. Terminamos con una frase de Christian Bale (Moisés) ganador de un oscar de la Academia por The Figther (2010) alabando las localizaciones españolas del rodaje:

 

“Rodamos en el sur de España, en Almería, en pleno desierto, un lugar donde se hicieron muchos de los spaguetti western, algo de lo que no tenía ni idea porque pensaba que se había rodado en Italia. Los podían haber llamado paella western”[1].

 

Carlos Aguilera Albesa

El capuchón del boliC

 

 

Ficha técnica:

Exodus: Gods and Kings.

Director: Ridley Scott.

Intérpretes: Christian Bale (Moisés), Joel Edgerton (Ramsés), Aaron Paul (Joshua), John Turturro (Seti I), Ben Kingsley (Nun), Sigourney Weaver (Tuya), María Valverde (Zipporah) y Hiam Abass (Bithiah).

Guión: Steven Zaillan, Adam Cooper, Bill Collage y Jeffrey Caine.

Música: Alberto Iglesias.

Nacionalidad: EE.UU.

Año: 2014.

Género: “Peplum” histórico.

Duración: 152 min.

 

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