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La batalla del año

La batalla del año 

Público recomendado: Jóvenes y adultos

Estados Unidos, país fertilizado por las más diversas culturas y razas, llegadas allí, por lo general, en condiciones penosas e indignas, ha sido la cuna musical de la mayoría de los géneros musicales que llegaron a ser mainstream en todo el mundo durante el siglo XX. Así ha sido con el jazz, blues, r’n’b, country, rock’n’roll, psicodelia, disco, rap, hip-hop…

 

 

Y así comienza La batalla del año. Los USA, inventores del hip-hop -cultura suburbana o subcultura urbana, que ya uno no sabe-, son un país de tercera fila en los campeonatos mundiales de baile de este estilo, a años luz de otros como Corea, Francia o Alemania. De modo que los “padres” de la criatura, la primera formación de hip-hop, hoy discográfica multimillonaria, deciden poner fin a esta situación de “infamia” y, para formar al equipo de bailarines, van a buscar al mejor entrenador, un hombre que entró en la categoría de “vieja gloria”, sumido ahora en la depresión y en el alcohol.

La cosa ¿está muy vista? Pues no, por dos cosas: una es la reflexión sobre el liderazgo mundial de los USA, que veremos luego. Y segundo, porque ya sabemos que el cine visualiza -generalmente con éxito- el proceso educativo como recorrido que afecta tanto al profesor-entrenador-coach como a los alumnos-equipo. Pero aquí no vamos a ver cómo salen de la miseria unos pobres chicos que asombrarán, posteriormente, al mundo; no, eso estaría ya pasado y nos aburriría. Jason Blake, el entrenador (Josh Holloway), el pobre hombre sumido en el dolor, tirado en el sofá de una infravivienda, acompañado solo de su petaca, es de quien esperamos la gran transformación, pero hay mucho más en la película. Es el entrenador el que sigue dando lecciones de vida, nunca desde el compañerismo barato, chato y tonto, sino desde la distancia, la jerarquía y la dureza del entrenamiento cuasi militar. Yo mando y tú obedeces (entrenas); si rechistas, te vas. Así de simple. La misión (vencer en el campeonato) así lo exige. Pero es hombre, sujeto a errores, y entra en juego Franklyn, su segundo de a bordo, un joven de la compañía discográfica que nunca pudo ser bailarín, pero que ayuda a corregir los defectos y errores de juicio del líder que, sin ser perfecto, admite cuando se ha equivocado.

El guion es muy bueno, consciente de surcar caminos ya supertrillados y busca la imprevisibilidad en numerosas tramas secundarias que anunciaban desenlaces previsibles desde el momento 1. Las coreografías son sencillamente magistrales, emocionantes, bien suministradas, y muy impactantes, sobre todo para el no iniciado.

Pero hay una importante reflexión sobre quiénes son los USA y qué lugar juegan en el mundo. No es casualidad que el segundo de a bordo de nuestro entrenador se llame Franklyn (con “y”, eso sí). Pueden presumir de ser la nación más multicultural y multirracial del mundo entero y pueden aceptar a regañadientes ser pioneros, para ser luego sobrepasados por los imitadores; son conscientes de su mala prensa y de ser muchas veces llevados al conflicto de modo involuntario o provocado. Han de lidiar con eso, y con la discusión de su papel de liderazgo, papel que pueden perder, pero que lucharán por recobrar.

 

Pablo Gutiérrez Carreras

 

Ficha técnica:

(Battle of the Year: The Dream Team, USA, 2013)

Dirección: Benson Lee

Guion: Chris Parker, Brin Hill

Interpretación: Josh Peck, Josh Holloway, Chris Brown, Laz Alonso, Caity Loz, Terrence Jenkins

Duración: 109 min.

Género: Musical. Drama

 

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