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La sombra del actor

Caratula de "La sombra del actor" (2014) - Pantalla 90

Crítica:

Público recomendado: Adultos

La sombra del actor supone la adaptación cinematográfica de la novela publicada por Philip Roth en 2009 “La humillación”.

Dirigida por Barry Levinson (Good morning, Vietnam; Rain Man; Sleepers), la cinta presenta a Simon Axler (Al Pacino), uno de los principales actores teatrales norteamericanos, que ya septuagenario y después de 50 años de carrera, siente que ha perdido su magia, su talento y la seguridad en sí mismo. Además. Axler no sólo está preocupado por la pérdida de su don, sino por el hecho de que, cada vez con más frecuencia, se siente incapaz de distinguir la realidad de las malas pasadas que le juega su imaginación. Al principio de la película, Axler sube al escenario y protagoniza un intento de suicidio arrojándose al vacío. El actor es internado en un centro de recuperación, donde se ve obligado a reflexionar sobre el estado de su vida y de su salud mental. Allí conoce a otra interna, Sybil (Nina Arianda), una mujer que le confiesa que su perfecta vida se vio truncada el día en que encontró a su marido abusando sexualmente de su hija pequeña. Dado que Simon interpretó una vez a un asesino demente, Sybil se obsesiona con que él es el profesional que ha de matar a su marido y acosa al actor dentro y fuera del centro. Cuando Simon vuelve a su mansión de Connecticut, recibe la visita inesperada de Pegeen (Greta Gerwig), la treintañera hija lesbiana de unos viejos amigos y colegas de profesión (Dianne Weist y Dan Hedaya) con la que comienza una extraña relación.

Una vez Pegeen entra en escena, La sombra del actor se descontrola, parece producirse una desconexión entre las distintas partes de la trama. La amarga reflexión en torno a la crisis de una persona en el atardecer de su vida y el proceso artístico del actor queda relegada para convertirse en una especie de sátira sobre la inseguridad masculina ante la llegada de una mujer joven y maquiavélica a su vida. La historia se centra demasiado en un romance absurdo y enfermizo, nacido de la obsesión de la infancia de Pegeen con un hombre famoso y mucho más mayor. Pegeen es una mujer inmadura, manipuladora e impulsiva en todas sus relaciones, a la que persiguen varios amantes de su pasado -la decana de su facultad y una mujer que acaba de someterse a una operación de cambio de sexo- y a quienes Simon padece pasmosa y patéticamente.

La película cuenta con muchos puntos en común con la recientemente galardonada Birdman (Alejandro González Iñárritu, 2014). Ambas juegan con la confusión entre fantasía y realidad, tanto para su protagonista como para los espectadores, y relatan la crisis de un actor y su intento de recuperar su extinta gloria; las dos ofrecen a su protagonista hablando consigo mismo sobre sus dudas internas en su camerino mientras se prepara para subir al escenario de Broadway; los dos vagan confusos por las calles de Times Square y prácticamente terminan de la misma manera… Además, y aunque en lo referente al resultado final  Birdman se posicione como claramente superior, ambas son películas en las que se despliega la maestría de dos excelentes y veteranos intérpretes, Michael Keaton y Al Pacino, respectivamente.

Así, en definitiva, el film supone un ejemplo más en el que un actor es mucho mejor que el material con el que se desenvuelve. La presencia de Al Pacino –productor de la cinta que compró los derechos del libro consciente de que se trata de un papel hecho a su medida- compensa la falta de consistencia del guion pero, irremediablemente, no es capaz de acabar con la sensación de que estamos ante un flagrante desperdicio de su talento.

 

 

 

 

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