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Nadie quiere la noche

Caratula de "" () - Pantalla 90

Crítica:

Público recomendado: Jóvenes-adultos

Isabel Coixet vuelve a las historias épicas después del entretenimiento de Aprendiendo a conducir.

En esta ocasión, Jaume Roures y Andrés Santana le producen Nadie quiere la noche, una película de época, que en base a unos hechos históricos, trata de hacer una reconstrucción dramática. En 1908, Josephine (Juliette Binoche), una mujer rica y culta, trata de llegar al Polo Norte para reunirse con su marido, el famoso explorador Robert Peary, que se dispone a culminar su última hazaña alcanzando el mismísimo Polo Norte. Durante el viaje la acompaña una humilde esquimal inuit, Allaka (Rinko Kikuchi) que le sirve de guía. A pesar de sus diferencias, ambas tendrán que unirse para poder sobrevivir a las duras condiciones climáticas de la tundra.

La película quiere, por un lado, homenajear a esa “esposa coraje” que no se arredra ante ninguna dificultad, con tal de acompañar a su marido en su última gesta. Pero también es el retrato humillado de una mujer que quiere recuperar el espacio, aparentemente perdido, en el corazón de su esposo. De hecho, no es casual que en el film no aparezca nunca el marido, haciéndose presente a través de su ausencia, y permitiendo de esa forma una mayor identificación entre público y protagonista. Además, dado que hoy se considera muy poco probable que Peary llegara al Polo a pesar de sus afirmaciones, esa elipsis del personaje evita la cuestión y se centra en el drama de una mujer que descubre que su marido ama demasiadas cosas en el Polo Norte.

Juliette Binoche encarna a la perfección a una mujer desgarrada, y Rinko Kikuchi, que la hemos conocido en papeles de chica muy pasada de rosca, aquí interpreta la inocencia y sencillez de una mujer casi salvaje, roussoniana. A pesar del interés de la historia y de los visibles esfuerzos de producción, el guion de Miguel Barros resulta demasiado distante, y es fácil observar la película desde lejos, sin entrar demasiado en la empatía con los personajes. Se nota que se trata de una película de encargo, y que en vez de hablar de los encuentros personales, tan típicos de Coixet, parece que aquí tienen demasiado peso los desencuentros. En cualquier caso es una cinta interesante y meritoria.

 

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