Generic selectors
Exact matches only
Search in title
Search in content
Post Type Selectors

Quédate conmigo

Quédate conmigo 

Público recomendado: Jóvenes

La cuestión del Alzheimer está cada vez más viva en la cartelera. Craig Morrison (James Cromwell) es un anciano granjero, padre de siete hijos y esposo de Irene (Geneviève Bujold). En su mujer aparecen los primeros síntomas de Alzheimer, y Craig decide construir en su finca una casa sin escaleras, adecuada a las nuevas condiciones físicas de Irene. Pero ignora la compleja burocracia que implica su proyecto.

 

 

Esta sencilla historia está escrita y dirigida por el canadiense Michael McGowan, cineasta independiente y creador de historias intimistas y entrañables (Saint Ralph, One Week,…)

También sigue creciendo, por razones obvias, el número de películas dedicadas a la tercera edad. Pero poco tienen que ver unas con otras. En unas se subraya el rebrotar de una última juventud (Vivir sin parar, 2013), en otras la posibilidad de cambiar incluso al final de la vida (Una canción para Marion, 2012)… Pero con la que más interesa comparar la cinta de Michael McGowan es con Amor (M. Haneke, 2012), tanto por ciertos paralelismos argumentales, como por la radical diferencia en su tratamiento de fondo y forma. Si Amor era una película oscura, claustrofóbica, de interiores en decadencia, de personajes que viven para mirarse… Quédate conmigo es luminosa, con exteriores infinitos, y sus personajes, además de cuidarse, se implican en y con la realidad -Craig trabaja la madera, ordeña las vacas, busca soluciones a los problemas…- Si en la cinta de Haneke había una hija única crispada, aquí son siete los hijos que acompañan -como pueden- a sus padres, y hay amigos por doquier. Frente al drama de la enfermedad de la mujer, Haneke opta por el homicidio, McGowan por la sobredosis de vida.

La cinta cuenta con un guión mimado, un modesto presupuesto, un director que sabe dónde poner la cámara y un actor del oficio de Cromwell, ingredientes suficientes para hacer que la película funcione correctamente, sin sobreestimadas ambiciones. Pero por dentro de estas cuestiones, digamos técnicas, en este film rebosa algo difícil de conseguir: un pulso de humanidad real. La razón no estriba tanto en el hecho de que el guión se inspira en un caso histórico (como ya lo hiciera Michael McGowan en Saint Ralph), como en la implicación emocional del director en el proyecto. Un festival de primeros planos, de miradas sutiles, y de sobriedad emocional, que no sólo ha cosechado con justicia muchos premios en Canadá, sino que es una gran película sobre el amor para siempre.

Esta web utiliza cookies propias y de terceros para su correcto funcionamiento y para fines analíticos. Al hacer clic en el botón Aceptar, acepta el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos. Ver
Privacidad