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The Guest

Caratula de "The Guest" (2014) - Pantalla 90

Crítica:

Público recomendado: Jóvenes y Adultos

The Guest supone el regreso del tándem formado por el realizador (en este caso también co-guionista) Adam Wingard y el escritor Simon Barrett, que anteriormente lograron cierto reconocimiento con el  thriller de terror Tú eres el siguiente (Adam Wingard, 2011).

En este caso, se trata de un thriller de suspense que mezcla también la acción y el misterio. Los Peterson, una familia destrozada por la pérdida de uno de sus hijos en la guerra de Afganistán recibe la visita de David (Dan Stevens), un atractivo y educado muchacho que dice ser el amigo de su hijo y desea mandarles un mensaje personal del fallecido. David consigue ganarse rápidamente la confianza de los Peterson y estos le ofrecen cobijo en su casa mientras él decide sobre su futuro fuera del ejército. Todos parecen hacer buenas migas con el invitado, pero las dudas sobre su verdadera identidad y los motivos de su visita afloran cuando una serie de muertes “accidentales” comienzan a sucederse a su alrededor.

The Guest cuenta con una excelente interpretación de Stevens, actor de la serie Downton Abbey, que sorprende al dominar un registro totalmente distinto al que estamos acostumbrados. David resulta tan carismático y atractivo que, incluso cuando los personajes perciben que no es para nada el buen tipo que creían, les cuesta verle como tal.

El guion introduce algunos temas interesantes, como la disfuncionalidad de la familia fruto de la muerte de uno de sus miembros o la idea relación entre el síndrome post-traumático de David con el terror que desata en la película, que finalmente nunca se llegan a desplegar.  El argumento se centra en el misterio que rodea a David, pero su resolución no está a la altura de las expectativas creadas. Además, aunque el film sólo dura 95 minutos, se invierte una gran cantidad de tiempo en escenas que no son relevantes para la historia y que podrían haberse invertido en profundizar en los personajes. No obstante, de entre todo este aparente sinsentido, lo que se intuye es que, intencionadamente, Wingar y Barrett sacrifican el aspecto narrativo y creativo en pos de una especie de revisión nostálgica de películas similares de los ’80 y `90 (La noche de Halloween, Acorralado, Terminator…), justificando de lleno los tópicos, las situaciones absurdas y un final, por supuesto, predecible y abierto a secuelas. Este es el triunfo de un film que, aunque toma prestados la inmensa mayoría de sus elementos, lo hace con tal precisión e inteligencia que produce la ilusión de que estamos ante un producto novedoso y fresco.

 

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