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Madame Bovary

Caratula de "Madame Bovary" (2015) - Pantalla 90

Crítica:

Público: Adultos

La novela de Flaubert, revisitada esta vez a través de una directora de cine, frente a las versiones de la misma obra realizadas por Jean Renoir, Vincente Minnelli (1933), Claude Chabrol (1949), Aleksandr Sokurov (1989), y Arturo Ripstein (2011). Todos ellos se han acercado a Madame Bovary, a la letra de Gustave Flaubert o al espíritu, armados de estilos distintos e incluso contrapuestos. Una película la de Barthes que se ha presentado para su distribución como “precursora del feminismo” o también como “novela romántica”.

La joven Emma Rovault (Mia Wasikowska, comedida, vulnerable) es la hija única de un humilde granjero, que acaba casada con Carlos Bovary (Henry Lloyd-Hughes), doctor viudo de una pequeña ciudad. Aburrida y desencantada de su vida matrimonial y sofocada por la vida en la pequeña urbe, la inquieta Emma Bovary perseguirá sus sueños dejándose llevar por la pasión y la emoción, empezando varias relaciones extra conyugales, sea cual sea el precio. Su lema, “yo solo quería emociones, no disciplina”. Basada en la novela Madame Bovary (1856) de Gustave Flaubert, está escrito y dirigido por la cineasta franco-americana Sophie Barthes (Cold Souols). Su protagonista ya ha debutado en La cumbre escarlata, Sólo los amantes sobreviven, Alicia en el País de las Maravillas, y ahora es Emma Bovary. Ezra Miller (Batman v Superman: El amanecer de la justicia, Las ventajas de ser un marginado, Tenemos que hablar de Kevin) es Leon Dupuis. En el reparto también encontramos a Laura Carmichael (El topo, Downton Abbey), Henry Lloyd-Hughes (Anna Karenina, Anonymous), Paul Giamatti (Straight Outta Compton, 12 años de esclavitud) y Rhys Ifans (The Amazing Spider-Man, Eternamente comprometidos).

Escrupulosa en el vestuario y la ambientación, además de en los escenarios naturales, la adaptación de Barthes destaca por su bella puesta en escena, en la que se huye del clasicismo, aunque arriesgando en los planos. La película acude a imágenes icónicas del cine (y de la pintura) para ir conformando su relato, caso de la mujer en la ventana, la interrogación ante el espejo o el efecto emocional de la lluvia. Hay recuerdos en la película a la adaptación de Cumbres borrascosas de Andrea Arnold, y que queda articulada como prolongación de la naturaleza interior del personaje. Adaptar a la imagen un texto realista con lección de lenguaje (verbal) tiene mucha dificultad, pero se sale del lazo de manera airosa.

¿Fue Madame Bovary una mujer adelantada a su tiempo cuando reivindicaba su propio espacio de deseo y pasión en la estricta sociedad rural francesa decimonónica o simplemente una mujer con la cabeza llena de pájaros? Para la cineasta franco-americana Sophie Barthes la desdichada heroína creada por Gustave Flaubert es más bien lo primero, una mujer aún muy niña cuyos sueños de libertad quedan sepultados por el peso de una rutina asfixiante, vulgar y sin brillo.  El relato de la frustración y la desesperación que traen consigo el error de esas pasiones es algo que Flaubert consigue transmitir mejor en su novela, cuando su protagonista queda aislada, hundida tras el consecuente choque con la realidad, Barthes sin embargo no consigue retratar de modo creíble la verdadera tragedia.

 

 

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