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BSO – El árbol de la vida

El árbol de la vida****

(The Tree of Life, EE.UU., 2010)

Compositor: Alexandre Desplat

Duración: 59 min.

Las películas de Terrence Malick no dejan lugar a término medio: o te gustan o te parecerán un aburrimiento soberano. Reconozco que, salvo la experiencia regular de la cinta El nuevo mundo, yo soy de los que piensa que el señor Malick es uno de los grandes directores de siempre.

 Y en esta película lo vuelve a demostrar, incluso ganando el pasado mayo la Palma de Oro en el Festival de Cine de Cannes. Sin embargo, ha generado una división de opiniones como pocas. En cualquier caso, y centrándonos en su banda sonora, no se me ocurre una película (fuera del género del musical) en la que el acompañamiento sonoro adquiera más importancia que en ésta.

Como en composiciones anteriores de Desplat (El discurso del rey o El curioso caso de Benjamin Button), el piano es el instrumento que alcanza mayor protagonismo. Se nota que es el que más domina y el que le sirve como catalizador de todo su desarrollo musical. Un desarrollo sencillo en cuanto a lo formal, pero acertadísimo en su contribución a la fluidez de la música en la película. Apenas pequeños conjuntos de cuerda, piano y… ¡voilà! De hecho, destaca poderosamente a los oídos la ausencia casi total del uso de instrumentos de viento o percusión en toda la película.

Por ejemplo, la pieza de apertura Childhood (Infancia), está compuesta de pequeñas figuras musicales de piano que se colocan salteadas como gotas de agua sobre un pedal (nota sostenida) de viento. Si podemos describir la película como una meditación sobre el significado de la vida, ésta sería la pieza más representativa. Sobre esta simplicidad, Desplat da un paso más en Circles (Círculos), el corte más ecléctico de todos. Un buen esfuerzo de música electrónica que nos conmueve y nos excita durante 11 (¿largos?) minutos.

River (Río) es, para mí, la pieza más atractiva de todo el conjunto. Y con ella comenzamos a descubrir algunas cosas. El compositor francés recoge los pedazos de notas de la primera pista y los convierte en una melodía que realmente parece fluir como el agua, un poco al estilo James Horner, pero sin los metales. Me recuerda mucho a Ludovico Einaudi o, salvando las evidentes distancias, a algunos pasajes de Michael Nyman. Otra cosa que destaca es que es la primera ocasión en la que vemos los paralelismos entre elementos naturales e instrumentos musicales que utilizará Desplat a lo largo de toda su composición. En este caso, se sirve del piano (sólo el piano) para identificar su música con el agua. Esto mismo lo hará con el arpa y el cielo en Clouds (Nubes) y Skies (Cielos). Así como las notas solas de violín y cello para contrastes de luz y oscuridad (Light & Darkness) o en Good & Evil (El Bien y el Mal).

Un aspecto importante de la banda sonora es el apoyo de piezas musicales “clásicas” con las que Terrence Malick impregna cada uno de sus trabajos. Siendo como es un gran melómano, cuenta en este caso con la inestimable ayuda de compositores como François Couperin, Bach, Berlioz, Smetena, Mahler, Holst, Górecki, Tavener, y muchos otros. La lista completa de obras no originales utilizadas en la banda sonora de El árbol de la vida la podéis ver en el blog de Terrence Malick (http://www.terrencemalick.org). Destaco sólo dos momentos: el nacimiento del universo con esas preciosas imágenes de nebulosas y explosiones galácticas sobre las que Malick coloca el  Lacrimosa del Requiem for My Friend de Zbigniew Preisner. En segundo lugar, el Agnus Dei del Requiem de Hector Berlioz. Otra vez una pieza religiosa para la secuencia en la que Jack, viejo, vaga por el desierto de una vida con el futuro más incierto. Es curioso encontrar a Dios a lo largo de todas sus elecciones musicales y cómo eso provoca que las imágenes de la película nos evoquen imágenes de la búsqueda divina de los protagonistas.

Ya nunca podré recordar algún pasaje del Libro de Job (“¿Dónde estabas cuando cimenté la tierra?”, Job 38:4) sin escuchar de fondo la cuarta sinfonía de Brahms. Y, la verdad, me alegro por ello. Gracias señor Malick; gracias señor Desplat.

Francisco Mª Arellano

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