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Series TV – Banshee, una pócima que busca entretener

Banshee es un pueblo muy parecido al de la película Único testigo (1985), aunque a él no llega Harrison Ford para investigar un asesinato, sino un expresidiario que se hace pasar por el nuevo sheriff. Lucas Hood, tras quince años en la cárcel, llega a ese lugar perdido siguiendo la pista de los diamantes que robó y de su amante, Ana, con quien cometió el delito, que ahora se hace llamar Carrie y que está casada con el fiscal, un antiguo marine, con quien tiene dos hijos.

El guión es suficientemente complejo como para ser interesante y nos recuerda a muchas otras series intertextualmente presente en los diferentes aditamentos que podemos encontrar en los diferentes episodios. Nos recuerda a Sons of Anarchy (2008-) en la diálectica existente entre la policía local encabezada por el Sheriff, un tanto desmandada en sus métodos, y el FBI, que intenta representar el orden y la ley de los Estados Unidos, que a veces no es capaz de adaptarse a las necesidades especiales de cada lugar. Nos recuerda a Prison Break (2005-2009) en los flash-backs carcelarios que tiene el protagonista, aunque escenas de violencia similar las recordamos también en la misma Sons of Anarchy. Incluso nos recuerda a la primera parte de El Hobbit (2012), pues el malísimo orco blanco tiene un exagerado parecido con el forzudo albino que martiriza al protagonista en su estancia entre rejas. Nos recuerda a In Therapy (2008-) y a Sherlock (2010-), aunque sea de un modo paródico, en los recuerdos que tiene Hood de sus conversaciones con la psiquiatra de la cárcel, de la cual es capaz de conocer su situación personal siguiendo inteligentemente el método deductivo del mítico detective inglés. Se nota que está Allan Ball en la producción, porque también nos recuerda a True Blood (2008-), por Job, el personaje travestido, muy parecido al Lafayette de Bon Temps en versión hacker asiático, y por las continuas y explícitas escaramuzas sexuales. Y, por fin, nos recuerda a Resident Evil (2002), no sólo por las peleas y tiroteos, mucho más rupestres y menos efectistas en Banshee que en los futuristas sótanos de la Corporación Umbrela, sino por el inquietante parecido que tiene la actriz que interpreta a Carrie, la bosnia Ivana Millecevic, con la ucraniana Milla Jovovich.

Banshee no es otra cosa que un producto preparado para el gran público por Cinemax, un canal americano de cable que intenta generar imagen de marca a través de las teleseries. Muy HBO. Por eso encontramos en la marmita argumental un brebaje cocinado mucho más desde el marketing y mucho menos desde una idea rectora interesante, capaz de dar cuerpo a una obra maestra como The Wire o Breaking Bad. El resultado es un collage que busca el mainstream (y lo alcanza): con numerosos y bellos desnudos; con abundantes escenas de cama o de pared que muchas veces se quedan a un solo plano del porno que no renuncia a contar una historia; con generosas mutilaciones y laceraciones, sangrientas casquerías, luchas a caballo entre el kung-fu y la rudeza propia de las peleas de taberna; con bastantes tiros, abundantes cuchillos de diversos tipos y múltiples y artísticas cuchilladas; con muchos muertos, muchos cadáveres que tienen que ser enterrados en mitad de la noche en lugares recónditos del bosque o lanzados al fondo del lago cargados con lastre; con amores imposibles pero auténticos frente a la falsedad de los matrimonios urdidos por el engaño; con identidades falsas que ocultan pasados oscuros e inhóspitos; con mafiosos ucranianos y mafiosos amish; y con señoras y señoritas que se deshacen de su ropa tan pronto como ven a Lucas Hood, la ley más allá de la ley, un Sheriff alternativo que viste camiseta apretada de tipo duro y, como le dice a su ayudante por teléfono mientras está encamado con la viuda de un hombre al que ha matado apenas unos días antes, siempre “está trabajando por el pueblo”.

Un producto idóneo para aquellos que buscan entretenimiento sin demasiadas complicaciones.

Jorge Martínez Lucena

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