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Mindhunter (2ª temporada)

La novela negra suele ser considerada literatura menor. Sin embargo, en un medio más pop, como el televisivo, el relato policíaco o criminal ha tenido siempre representantes entre lo más granado y selecto. En particular, en nuestra tercera edad de oro, tenemos narraciones fundacionales como The Wire (2002-2008) o Los Soprano (1999-2007), que no deberían faltar en la Bildung de nadie que se precie como televidente.

La proliferación de estas teleseries es y siempre ha sido de una desmedida generosidad. La oferta que se nos presenta hoy es proverbial y su variedad oscila entre experimentos vanguardistas y estéticos como Hannibal (2013-2015) y franquicias homologables y depauperizantes como las mil y una CSIs. Y no es solo la fábrica norteamericana de sueños la encargada de proveernos de detectives, investigadores y criminales. También Europa participa con el nordic noir y las series y miniseries británicas, francesas, belgas e incluso españolas.

Se ha hablado de la importancia del policía, investigador o detective privado de ficción para mantener la sanidad psicológica y la estabilidad social en un mundo como el nuestro. Las sociedades del riesgo incrementan en el ciudadano la sensación de inminencia: sus ansiedades. Ambas crecen en la brecha que se abre entre el deseo patológico de control y la acumulación desmedida de entropía fruto de la aceleración digital.

Así, las teleseries policíacas cumplen con una función eminentemente lenitiva. La figura del representante de la ley que consigue desactivar al criminal, se convierte en exorcista del desorden y opera en nuestras almas una terapia inconsciente contra el miedo que produce la realidad, sobrealimentado por el sensacionalismo de los medios: “oleadas” de inmigración, “brotes” de criminalidad en Barcelona, “alarmante” incremento del paro, “signos innegables” de recesión, etc.

Mindhunter (2017-) es un claro ejemplo de este tipo de teleserie. En sus dos temporadas nos cuenta la historia, basada en hechos reales, del surgimiento del departamento de Ciencias del Comportamiento en el FBI. Asistimos en sus episodios a la apasionante narración del surgimiento de la psicología forense, encargada de buscar homogeneidades en el comportamiento de los asesinos en serie basándose en las entrevistas realizadas a todos los psicópatas y sociópatas de este tipo encerrados en cárceles norteamericanas.

A través de los distintos capítulos, profundizamos en la vida de los tres protagonistas, dos agentes del FBI y una psiquiatra, con los que se juega a crear un mundo de ambigüedad en que se falsa el maniqueísmo que permitiría clasificar la sociedad en normales y anormales. Todos tenemos nuestras rarezas. Sin embargo, criminales en serie como los que vemos desfilar por los esta serie -David Berkowitz (hijo de Sam), Ed Kemper, Dennis Rader (BTK), Wayne Williams, etc.- han sobrepasado placenteramente y en numerosas ocasiones la línea roja que marca el asesinato. Y los que no, como Charles Manson, han ideado el modo de que otros como Tex Watson y el resto de la familia Manson, ejecuten sus perniciosas ideaciones.

Enmarcada a principios de los ochenta, se trata de una producción fantástica que recrea a la perfección aquella época con Reagan en el poder. El relato es apasionante y lento: se toma su tiempo en una minuciosa descripción de los personajes protagonistas y sus contradicciones -homosexualidad, alcoholismo, tabaquismo, adicción al trabajo, burocracia, paternidad, etc. Aunque los episodios intercalan los mencionados interrogatorios de egregios criminales, que suscitan un gran interés, ya que permiten meterse en el modo de funcionar de esas mentes perversas. Y, en esta segunda temporada, incluso presenciamos algunos de los crímenes y rituales de BTK, así como la investigación de los casos de la veintena de niños afroamericanos desaparecidos en Atlanta.

Una delicia televisiva, elaborada para los paladares más entrenados, aunque sin grandes experimentos formales que puedan alejarla del gran público. Nueve episodios por temporada consumibles en NETFLIX, que nos introducen en las áreas más cavernosas del cerebro de los peores seres humanos.

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