En el enésimo intento de agradarse a sí mismo, el cine español ha premiado esta banda sonora como la mejor del año 2012. Y no digo que no sea un dignísimo trabajo de Alfonso de Vilallonga, que lo es. De hecho, creo que es mejor trabajo que el de Julio de la Rosa para Grupo 7 y también que el de Álex Martínez y Zacarías M. de la Riva para Las aventuras de Tadeo Jones. Pero da la impresión de que la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España ha actuado de forma un tanto ventajista e injusta con Fernando Velázquez y Lo imposible. En este premio y en los Goya en general.
Al intentar hacer una valoración de lo que supone la música de Blancanieves, es inevitable la comparación con The Artist y la maravillosa música (aunque no tan original) de Michel Hazanavicius. Lógicamente, la española sale perdiendo. Sin embargo, tampoco parece justo analizarlas en el mismo plano. En The Artist la intención es imitar una película muda, por eso Hazanavicius integra en su partitura muchos de los elementos más típicos empleados en el acompañamiento musical del cine de los años 20 y 30. Blancanieves, sin embargo, no intenta imitar una película muda. Simplemente utiliza esa técnica para contar una versión atemporal del cuento de los hermanos Grimm.
Esta atemporalidad junto a la ausencia de guión y unida al especial formato visual en blanco y negro otorgan a Vilallonga un terreno despejado para explorar a su antojo. Y por momentos lo consigue a través de la fusión de muy dispares géneros musicales. En palabras del propio compositor, se trata de una banda sonora “ecléctica y heterogénea” en la que podemos escuchar un folclórico pasodoble, música circense, algo de copla y música española, e incluso, algún fragmento de canción de cabaret.
Sin embargo, intentando encontrar el porqué no acaba de funcionar del todo, posiblemente encontremos su talón de Aquiles en la estructura del guión musical. No será hasta bien entrado el segundo tercio de la película cuando la música nos sitúa, por fin, en la historia que nos cuenta. El comienzo, especialmente “Padre e Hija (Afinación / Padre e Hija / Preludio)”, no ayuda a involucrar al espectador porque parece que la música rellene espacios pero vaya en paralelo a las imágenes. Es más, incluso hay momentos en los que da la sensación de que la música esté mal encajada en los cambios de plano y secuencias.
Estos altibajos en el arco del guión musical se llevan por delante, incluso, a la ganadora del Goya a la Mejor canción original “No te puedo encontrar” de Juan Gómez, e interpretada por la exquisita Silvia Pérez Cruz. Es verdad que a medida que avanza la cinta la música parece encontrar su sitio hasta la apoteosis con la que para mí, por su interpretación, sentimiento y profundidad, sería la mejor canción: “Blancanieves (saeta)”. Incluso se agradece la colaboración de Roman Gottwald en las postreras “La Manzana” y “Feria (Feria / ¿Milagro o Maldición?)”.
Pero tras todo este análisis queda el argumento más importante. La música no deja de ser un arte (aunque se componga específicamente como acompañamiento de imágenes) y como en toda creación artística la principal valoración ha de ser si ha gustado o no. Lo que en el fondo no es sino preguntarse qué grado de belleza ha alcanzado. En esto, quizá, sea en lo que más salga perdiendo con respecto a Lo imposible, mucho más bella en su conjunto. Sin embargo, Blancanieves arriesga e innova, y eso siempre hay que aplaudirlo (aunque no siempre premiarlo).
Francisco Arellano Codesido
Ficha técnica:
Compositor: Alfonso de Vilallonga
Sello: Editions Milan Music
Duración: 100 min.