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El espía

Antes de entrar en los recovecos de esta magnífica serie, conviene hacer una reflexión en torno a su protagonista Sacha Baron Cohen. Pensemos en algunos casos curiosos. Craig Mazin es guionista y de su pluma han surgido “joyas” como Scary Movie 3 y 4 y Superhero Movie. Ganó el Emmy en la pasada ceremonia a Mejor Miniserie y Mejor Guion por su trabajo en Chernobyl. Peter Farrelly dirigió y concibió algunas de las comedias más gamberras y de brocha gorda del presente siglo; algunas son: Algo pasa con Mary, Dos tontos muy tontos y la adaptación cinematográfica de Los tres chiflados. En la última ceremonia de los Oscar, se alzó con el premio a Mejor Película y Guion por Green Book. Y, más recientemente, Todd Phillips, en cuyo currículo encontramos obras como la trilogía de Resacón en Las Vegas, Road Trip o Old School, ganó el León de Oro con su obra, Joker. Sin embargo, antes de estas “milagrosas” reconversiones, otros actores demostraron su versatilidad dramática, como son: Jim Carrey, Alfredo Landa, Steve Carell, Adam Sandler, Charles Chaplin, Antonio Ferrandis, José Luis López Vázquez, Robin Williams. Algunos directores, sencillamente, dieron un salto cuantitativo en cuanto al nivel de sus producciones, dejando de lado aquellas más “de estilo principiante”, por otras donde se demuestra una profesionalidad atronadora; ahí están Pedro Lazaga, Michael Mann, David Fincher, James Cameron… Y un larguísimo etcétera.

Acumular premios o ganar concursos no determinan la calidad de una película, como bien dice William Friedkin, de hecho, en la actualidad hemos aprendido a desconfiar de los sellos como “mejor película del año”. Lo que si queda demostrado es que el cine es versátil, adaptable, igual que aquellos que lo conforman: por ello Kubrick nos regaló el mejor cine de terror y la mejor comedia que podíamos imaginar. Por ellos: ¿debemos sorprendernos que Sacha Baron Cohen, protagonista de El espía, haga un trabajo tan solvente, contenido, veraz y profesional como el que hace? Para nada, pero desde luego si merece el aplauso general. Igual que la serie en sí: un ejercicio de intriga para los amantes de Hitchcock, las novelas de Tom Clancy y John Le Carré.

La miniserie aborda el conflicto árabe-israelí desde la perspectiva de un agente infiltrado del Mossad. La trama se aborda desde la perspectiva israelí, pero no se deja de lado la terrible visión de un conflicto que lleva años masacrando a seres humanos. Independientemente del “bando”, la trama de la serie pone en tela de juicio todo tipo de actuaciones: desde los duros entrenamientos y adiestramientos del Mossad (básicamente, un grupo terrorista), hasta la barbarie que los palestinos han ocasionado al pueblo israelita. El brutal desenlace no hace sino provocar un nudo en la garganta que se queda grabado en la mente del espectador, y que le invitará a la reflexión sobre el conflicto, cuya desaparición de los medios de comunicación no es sino un peligroso indicio de la poca importancia que se le da. La serie es lenta, muy lenta, atmosférica, como la mecha de una dinamita que, cuando explota, se convierte en un producto muy contundente.

Históricamente hablando es fiel, con una ambientación realmente conseguida y algunos momentos brillantes. Sin duda, es una serie que merece la pena, además de poseer la ventaja de ser una serie corta. Actoramente, Cohen realiza un trabajo más que destacable y que consigue desvincularse de sus anteriores comedias, demostrando que un actor es capaz de pasar de registro y dar un resultado profesional.

En definitiva, una serie dura, cocida a fuego lento, pero que sabe a dónde va y, sobre todo, a el efecto que quiere conseguir en los espectadores. Y sin duda, lo consigue.

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