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Endeavour

Crítica

Público recomendado: +16

En 1987, la ITV produjo una exitosa serie llamada Inspector Morse, de treinta y tres episodios de duración, basándose en el desarrollo del personaje creado en las novelas homólogas del escritor Colin Dexter. Con la idea de realizar una precuela de la serie Morse, esto es, una reconstrucción de los inicios profesionales de este inspector, varios productores británicos y, de nuevo, con el apoyo de ITV, se lanzaron a producir la serie: Endeavour, (2012-…).

De momento, la serie cuenta con siete temporadas y treinta episodios de unos 90 minutos de duración cada uno, salvando el capítulo piloto (8 minutos más largo que el resto). La duración de los episodios da una pista acerca del diseño dramático con el cual se ha logrado dar profundidad, coherencia y sentido a las tramas: cada caso se parece más a un largometraje que a un capítulo de serie al uso. Rara vez una serie de televisión produce “catarsis”, tanta emoción y conmoción por las pasiones, la intensidad y la capacidad de dedicar tiempo al pensamiento y al dolor de los personajes, y se diría que de la propia historia. Otro ingrediente esencial de la serie lo aporta la elegancia narrativa: rara vez es soez, obscena o burda.  Desde el punto de vista estético, está muy cuidada la fotografía, como si quisiera atrapar la belleza de la ciudad de Oxford que es donde se desarrolla la acción; y la banda sonora, cuya elección es siempre la música clásica, predilección exclusiva del gusto del agente de policía Endeavour Morse.

El éxito de este estiloso ejercicio de mejorar en el presente los aciertos del pasado –muy propio de la industria audiovisual británica- aporta una inusitada cualidad: el protagonista es un hombre moral, inquebrantable, aunque errático en ocasiones y muy humilde. Empezábamos a desacostumbrarnos a protagonistas que estuvieran del lado del bien. Y, por el contrario, parecía –y por desgracia aún lo parece- atractivo inducir al error ético proponiendo referentes psicópatas o sociópatas de diversa índole. Sin embargo, además de actuar con rectitud, Endeavour tiene personalidad. A esto se añade su “entusiasmo e inteligencia”, según su inseparable compañero de investigación, el inspector Thursday, de cuyas virtudes se podría hablar largo y tendido. Endeavour Morse es un hombre sencillo que, pese a su inexperiencia y juventud, es capaz de desmadejar los crímenes más atroces y complejos.

La serie se centra en la llegada de Endeavour Morse a la comisaría de Cowley, en Oxford, allá por 1965. Por tratarse de un joven agudo y muy culto, los inicios de su carrera como agente de policía en medio de un ambiente convencional son excéntricos. Salvo Thursday, nadie quiere tomarle en serio: se atisba su superioridad; desconciertan sus preguntas y su modo de proceder. Y por ello la reacción mezquina (aunque humana) es silenciarle, obviarle, anularle. Todos esos movimientos conductuales y psicológicos no solo definen la riqueza y profundidad de las relaciones entre los personajes –más allá de las meras pinceladas a las que nos tienen malacostumbrados en otras series-. Más bien suponen el cuidado exquisito puesto en los diálogos, la madurez del protagonista y el cariño progresivo que le cogen sus colegas y la audiencia.

Sin lugar a dudas, la historia de este joven policía resulta interesante. Se nota que hay un gran trabajo de caracterización detrás basado en su biografía que explica la diferencia. Oxford no le es ajeno. Junto con el interés por el trabajo de investigación propio de cada caso criminal, la hermosa ciudad de la campiña inglesa se presenta como otro personaje, con sus peculiaridades y excentricidades. El mundo académico, con sus rigores y tradición, esconde un lado oscuro difícil de aceptar por lo grosero, aunque real. Por otra parte, el vínculo de Endeavour con la ciudad universitaria es fuerte porque antes de dedicarse a homicidios, había sido un estudiante brillante en el College de Lonsdale. Abandonó sus estudios un poco antes de graduarse: ese hándicap le acompaña constantemente. Su gran sensibilidad y su modestia no logran esconder que sabe, que ve más y mejor que los demás y que es capaz de superar grandes retos para la inteligencia. Sin embargo, no está alejado del pueblo: ni se da aires ni se aprovecha de sus recursos intelectuales para despreciar a nadie. Simplemente se concentra en hacer bien su trabajo sin buscar el reconocimiento, en un conmovedor y constante silencio. “Demasiado decente para Oxford”, le reprocha un antiguo colega de estudios nada más trasladarse a la comisaría de Cowley. Y es así.

Las grandes virtudes de la serie residen, por un lado, en la moralidad del protagonista y, por otro, en el trabajo concienzudo con el que se han desarrollado las tramas de investigación. Ninguna de estas dos cosas es fácil de lograr. El amplísimo género de Crime Fiction, donde se enmarcan las series de “detectives”, los trillers como Endeavour, implica establecer bien dos parámetros: en primer lugar, que los casos estén planteados sin cabos sueltos ni obviedades burdas (nunca tan sencillos como para eliminar de un plumazo la intriga y lo suficientemente sólidos como para que la audiencia/lector encuentre un desafío personal en la investigación: falsos sospechosos, cambios de giro, pistas trampa) y, en segundo lugar, que haya un par de detectives cuya relación se base en el contraste. Endeavour cuenta con todos los componentes del subgénero: policías de poca monta, máxima intriga, el inexperto con futuro y el veterano que apadrina al joven, así como el criminal desafiante. Sumado a todo ello, la clara distinción entre el bien y el mal, la representación del lado oscuro del ser humano, con sus precisas dosis de realismo y un toque “british” con corazón hacen de Endeavour una serie recomendable y rara en su especie. Por cierto, se puede ver entera en la plataforma Filmin.

 

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