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Hache

Crítica

Público recomendado: +18

En las últimas semanas se reconoce una gran inversión en publicidad por parte de NETFLIX. Son muchos los autobuses y metros que pasean cartelería de una teleserie titulada Hache (2019) por nuestras ciudades. Las ondas de radio tampoco se quedan atrás y hacen sonar un anuncio de la misma ficción en la parece que se nos invite a la sala de fiestas donde sucede la acción del thriller televisivo: el Albatros.

Hache es una policíaca de toda la vida, aunque dirigida en su creación, por parte de Verónica Fernández, hacia la afirmación de virtudes feministas y de género como el empoderamiento y la sororidad –solidaridad- entre los supuestos marginados en la sociedad hetero-patriarcal: las mujeres y los homosexuales.

Los hechos se ambientan en el Raval barcelonés, en los años 60, cuando todavía no se respiraba la democracia en las calles de la ciudad condal pero la mafia ya hacía sus pinitos introduciendo a través del puerto los primeros cargamentos de heroína. La protagonista es una mujer desesperada que ejerce la prostitución y el latrocinio para mantener a su hija y a una amiga enferma de tuberculosis, todo sin la ayuda de su pareja, un sindicalista encarcelado por el Régimen.

Helena perseguida por un hombre al que le ha robado la cartera tras prestarle servicios sexuales entra atropelladamente en el Albatros. Es como si la miseria y la opresión del pasado hubiesen entrado en el mismísimo espectáculo de la modernidad, que nuestro país todavía no había osado siquiera soñar. En el vientre de esa mágica sala se respira el aire de la liberación: alta burguesía liberal, cócteles de todos los colores, cantantes de jazz y de boleros, pianistas fumadores de opio, diplomáticos americanos, matones, policías de paisano, …

Una puesta en escena lograda, muy noir y de época, aunque con excesos de brumas y nieblas en las latitudes barcelonesas, que en ocasiones parecen el Londres del Dr. Jekyll y Mr. Hyde. Un vestuario igualmente trabajado y detallista, aunque no tan realista como influenciado por la estética del cine negro americano.

Las interpretaciones realizadas por los protagonistas muestran desigual desempeño. Adriana Ugarte, interpretando a Helena, despliega un magnetismo que es de lo mejor de la producción. Dos actores acreditados como son Eduardo Noriega e Ingrid Rubio hacen un trabajo de gran solvencia, pese a las carencias evidentes de su papel en el guion. Y, sin embargo, el trabajo dramático de Javier Rey ejerciendo de Malpica, el co-protagonista mafioso, resulta carente de texturas, plano y monocorde, además de incómodamente previsible.

Por ello, pese al gran despliegue de medios hecho por NETFLIX, la teleserie promete mucho más de lo que da. Sexo, droga, violencia, dinero a raudales, policías franquistas, mafiosos de varias nacionalidades, etc. se ponen al servicio de lo políticamente correcto en el desprecio de la falta de libertades del antiguo régimen. Con una lúcida y encomiable banda sonora, los hipnóticos primeros planos de Adriana Ugarte, así como con los abundantes desnudos de los amantes muy en la estética de las películas eróticas de los años setenta, no se consigue llenar de substancia fílmica una temporada de 8 episodios de cincuenta minutos cada uno.

Una teleserie más, sin grandes pretensiones y una cierta pobreza en su trama: entretenimiento orientado al sordo trabajo inconsciente de imaginarios sobre la necesaria emancipación, por todos los medios, del segundo sexo y de la minoría gay. Todo, a la mayor gloria del género y de  Adriana Ugarte.

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