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La chica del tambor

Crítica

Público recomendado: +16

Mi padre, que era un gran lector y que disfrutaba con las novelas y películas de espionaje, siempre decía que las adaptaciones de los libros de David John Moore Cornwell, conocido por el pseudónimo de John Le Carré, en la gran pantalla nunca habían funcionado demasiado bien, acuérdense de la pésima película El sastre de Panamá, protagonizada por Pierce Brosnan.  La verdad  es que coincido con su planteamiento, si exceptuamos el gran largometraje El jardinero fiel del realizador Fernando Meirelles, interpretada por Ralph Fiennes y por Rachel Weisz, cuya actriz ganó el Óscar o la serie en cuestión: La chica del tambor.

Esta miniserie consta de 6 episodios de una hora de duración. Ha sido emitida por la BBC y puede verse en plataformas. Su realizador ha sido  Park Chan-wook, recordado por una excelente película que hablaba sobre la anorexia en modo metafórico en un relato de ciencia ficción titulado: Yo soy un cyborg. Esta producción televisiva ha estado protagonizada fundamentalmente por Florence Pugh y Michael Shannon como principales activos y una conocida estrella como Alexander Skarsgard, que borda al personaje.

Esta serie británica, a pesar de no ser perfecta, tiene el nivel que se espera de un producto de ese país que cuida el detalle cuando se trata de la pequeña y la gran pantalla, siendo elegante tanto en las escenas de amor, de cama como en no excederse a la hora de mostrar la violencia. Por otra parte, aunque el hecho es bastante conocido, el realizador mantiene la intriga y dosifica sabiamente la información relevante hasta el final, proponiendo una serie de giros argumentales en los momentos justos y con pequeñísimas dosis de humor.

La historia que se cuenta está basada en hechos reales, como hemos comentado, pues narra como un grupo del Servicio Secreto Israelí del Mosad en tiempos de Golda Meir va desmantelando a la célula terrorista que asesinó a 22 deportistas de la selección de Israel en los Juegos Olímpicos de Munich en 1972, atendiendo a la ley del talión que habla de: “El ojo por ojo, diente por diente” como se puede leer en el Talmud, aunque aplicado literalmente, pues esa ley con el paso de los años se interpretó como una compensación económica.

En este producto televisivo se percibe la labor de los espías con sus luces y sombras, así como la presión a la que se ven sometidos, pues la misión, aunque en un primer momento pueda parecer justa y razonable (pues ya sabemos cómo se las gastaba el grupo terrorista islámico de Al Fatah, creado por Yasir Arafat, y vinculado al comunismo como demuestra su apoyo a los terroristas alemanes Andreas Baader y Ulrike Meinhof) poco a poco, su protagonista comprende que tiene que ir cumpliendo algunas órdenes en contra de sus principios ideológicos y morales. El protagonista es un soldado dispuesto a ser leal al Estado de Israel, pero que piensa que una cosa es buscar a los asesinos de sus compatriotas y otra es matar a sangre fría, pues para este agente del Mosad el fin no debe justificar los medios porque se muestra contrario a la tortura en la que no participa o a pagar con la misma moneda.

 

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