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La edad dorada

Crítica

Público recomendado: +16

Ya ha llovido desde que Julian Fellowes escribiera el libreto para el musical de Broadway, Mary Poppins o  Robert Altman recibiera su apoyo en la película Gosford park. El caso es que  Fellowes, conocedor a fondo de la historia de la aristocracia en Inglaterra, es un experto en crear películas de época con una estética impecable, cuidando hasta el más mínimo detalle  como demostró al construir la historia de Downton  Abbey, Un juego de caballeros, Belgravia o la serie en cuestión La edad dorada. Para ello ha seguido la fórmula de la serie Arriba y abajo. Si todas las anteriores estaban ambientadas en Gran Bretaña, en esta ocasión cruza el charco para centrarse en Estados Unidos.

La historia gira en torno a una chica que por circunstancias de la vida tiene que irse a Nueva York para vivir con sus dos tías, encontrándose por el camino con una chica afroamericana que se va a convertir en su mejor amiga.

Sus directores (Michael Engler y Salli Richardson-Whitfield) muestran el dominio técnico con planos secuencia y encuadres muy significativos, que te sitúan en ese periodo de la historia y sus costumbres. Las tramas, en las que se muestran las debilidades y fortalezas del ser humano, están muy logradas.

Esta brillante serie es una crítica encubierta por el halo de glamur y no tanto al clasismo de la “aristocracia” estadounidense en una época, en la que guardar las apariencias parece lo más importante incluso en las clases afroamericanas más pudientes. Las incorporaciones de nuevos ricos, que intentan ganar las posiciones sociales que para los que el fin justifica los medios, son mostradas con acierto y  hacen referencia al refranero español: No sirvas a quien sirvió ni pidas a quien pidió.

Esta producción es como un “Falcon Crest” más luminoso, salvando las enormes distancias que nos permite reconocer como era la sociedad de la época, donde se puede conocer la bondad de algunos personajes o los sufrimientos de otros por el mal de amores. Se percibe el control que los padres ejercían sobre sus hijos intentando concertar matrimonios, mientras que estos jóvenes ya en esos tiempos intentaban aspirar a casarse por amor y no toleran los engaños o infidelidades

En contraposición con lo positivo, esta producción es políticamente correcta. Los guiños a la ideología de género parecen demasiado explícitos, lo que impide que esa serie pueda verse en familia como ocurría en el citado Fellowes en otras producciones como la mencionada Un Juego de caballeros porque el resto de temáticas y de tramas perfectamente pueden ser comprendidas por un niño.

Finalmente, la producción está repleta de valores como la fe; la entrega a los más necesitados en una producción abierta a la Trascendencia, aunque ligeramente. Se hace referencia a los primeros pasos de la organización humanitaria de la Cruz Roja. El equipo de producción consigue sin escenas de acción  mantener la tensión  como si se tratase de una cinta bastante dinámica. La magia de la música es muy significativa y sorprende el modo en el que se oculta la cámara en algunas escenas para contarnos lo que ocurre entre intrigantes personajes. Los editores blancos descubren el talento de escritores negros, pero no se le permite participar en editoriales para blancos, con lo que no podían beneficiarse de las mejores gratificaciones por su trabajo como periodista o escritor.

Víctor Alvarado

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