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Lo que hacemos en las sombras

En 2014, Taika Waititi, el que sería el futuro director de Thor: Ragnarok, co-dirigió una de las sorpresas del año: Lo que hacemos en las sombras. Con un formato en falso documental, sigue el día a día de un grupo de vampiros que trata de vivir en el presente sin por ello perder “aquello que los caracteriza”. Junto con Jemaine Clement, toda una celebridad en Nueva Zelanda y famoso por la serie de la HBO Flight of the Conchords, idearon una de las comedias más gamberras y divertidas de los últimos años, comparada y puesta a la altura de El jovencito Frankenstein de Mel Brooks. Con su enorme éxito mundial y la creciente fama de ambos directores, la productora y canal privado FX decidió dar luz verde a una especie de secuela/remake del film en formato serie, siguiendo la misma premisa que la película y con resultados igual de disparatados.

Cambiando por completo a los protagonistas, la serie sigue las vivencias de un grupo de vampiros en Nueva York y las vicisitudes que deben de sufrir al tener que pertenecer a una especie tan poco “valorada”. Los golpes de humor absurdos siguen vigentes, llegando a ser en ocasiones más graciosa que su predecesora y con secuencias más conseguidos; desaparece algo del gore que poseía el film y los momentos más “burros” que podrían chocar a algunos espectadores, sustituidos por unos situaciones de humor más logrados y un trabajado guion. En ocasiones puede recodar a ese humor irreverente de los Monty Python, pero más comedido para que todo espectador que se acerque a ella pueda disfrutar por igual de una de las series más hilarantes y descacharrantes de la actualidad.

Los personajes están más definidos, que es a la vez una de las virtudes de las series televisivas: se posee de más tiempo para presentar y crear personajes con los que encariñarse. La dificultad de los creadores era no repetir algunos de los momentos por los que la película alcanzó la fama como es el ejemplo de los personajes principales, a los que todos conocían y tenían un afecto considerable. No en vano, esta nueva moda de adaptar películas a formato televisivo empieza a resultar abusiva y desmedida, recurriendo a un material que tiene vida propia y su propia identidad y transformándolo en algo totalmente ajeno a su espíritu. Ocurrió en 2015 con la película Sin límites de Neil Burger, con un Bradley Cooper en el amanecer de su fama y con Robert De Niro; ¿el resultado? Un producto que no sabe lo que es o lo que quiere ser. La vanagloriada serie Fargo, basada en la película de los hermanos Coen, que a pesar de poseer un considerable éxito peca de los que excesos ambiciosos: no quiere ser los Coen, pero inevitablemente caen en ello, pues fue su estilo y personalidad lo que atrajo la atención. Y así infinidad de ejemplos: Terminator, Westworld, Una serie de catastróficas desdichas… Algunos casos salen mejor que en las originales, pues es innegable que Hannibal, la serie de Brian Fuller, posee un encanto barroco, excesivo, arriesgado… O incluso Buffy, cazavampiros, cuya serie de Joss Whedon se basa en una horrible película, nada que ver con la serie.

Podemos considerar este fenómeno como la nueva moda del momento, que a pesar que su recorrido es largo (Loca academia de policía y Robocop también tuvieron series) han encontrado en la actualidad su nicho entre un público acostumbrando a la inmediatez y la rapidez de la vida. Lo que hacemos entre las sombras pertenece a este movimiento: capítulos fáciles de ver, de 20 minutos y muy atractivos visualmente. Todavía se desconoce si será renovada para una segunda temporada, a pesar del éxito entre la crítica (no tanto entre el público) que ha tenido. Lo que es cierto es que este es un producto fresco, bien realizado, ingenioso, hilarante y bien desarrollado.

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