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Mayans (1ª temporada)

Una de las prácticas más habituales en el mundo de las teleseries es la creación de sucedáneos. Se suelen llamar spin-offs y no son más que ficciones televisivas que surgen de argumentos marginales de otras que han cosechado grandes éxitos. Son un intento de prolongar o multiplicar la vida de historias que han dado mucho dinero a los productores y que estos no quieren amortizar, sino seguir capitalizando.

Son muchos los ejemplos ilustres de esto. En España tenemos Aida (2005-2014) como derivado de 7 vidas (1999-2006). Más allá del atlántico los casos se multiplican. Angel (1999- 2004) sucedió a Buffy, la cazavampiros (1997-2003). Better Call Saul (2015-), que anda por su quinta temporada tras la inolvidable Breaking Bad (2008-2013). The Good fight (2017-), salida de la interminable The Good Wife (2009-2016). Incluso tenemos algún curioso caso, con mayor longevidad de la original que del sub-producto, como es el caso de Sin cita previa (2007-2013), que pese a encadenar 6 temporadas no consiguió sobrevivir a Anatomía de Grey (2005-), que sigue cumpliendo años.

Mayans (2018-), la serie que nos ocupa, es uno de estos casos. Surge del segundo gran proyecto de Kurt Sutter, Sons of Anarchy (2008-2014). Pese a compartir en este caso la creación con el hasta ahora desconocido Elgin James, Sutter es toda una garantía pilotando una serie. Tiene entre sus logros curriculares la que fue, junto a The Wire (2002-2008), una de las grandes teleseries policíacas de los inicios de esta tercera edad de oro de la televisión, la violenta The Shield (2002-2008), que nos narraba sin tapujos la corrupción policial en Los Ángeles.

Como en otros spin-offs, en este caso se mantiene el gremio. Los hijos de la anarquía eran un club de moteros californianos dedicados al tráfico de drogas y de armas. Los mayas son su joint-venture en tierras fronterizas con México. La trama es bastante similar. Reaparecen personajes como el diabólico fiscal. Varía el sindicato de crimen del entorno, que en este caso lo ocupa el cártel, con sus métodos ultra-violentos e inhumanos a la hora de perseguir sus fines.

Esta primera temporada de Mayans responde a un principio fundamental de la arquitectura. Los cimientos son muy importantes si queremos que un edificio se aguante. Lo mismo sucede en el mundo de la narrativa serial. Si se quiere que una ficción capture el interés de los espectadores durante varias temporadas, es necesario elaborar personajes psicológicamente densos que generen una cierta identificación entre el fandom.

A esto se dedica Sutter en los primeros diez episodios de esta ambiciosa ficción, a explicarnos las heridas abiertas y las cicatrices de varios de los personajes principales. Tiempos de reclusión que truncaron amores imposibles con una mujer que ahora pertenece a otro hombre. Pasados de casquería que se han domesticado en una carnicería real. Rencores proverbiales. Engañifas y traiciones familiares. Niños asesinos cuyos padres fueron masacrados por el cártel. Y muchas otras sorpresas, como la reaparición del teniente Castillo de la mítica Corrupción en Miami (1984-1990).

Y, pese a gran cantidad y variedad de muertes y cadáveres, parece que el arco narrativo todavía se está tensando y la gran violencia espera todavía para descargar. Escenarios áridos y polvorientos, moteros y narcotraficantes sociópatas vaciando constantemente los tambores de sus revólveres y los cargadores de sus automáticas. Muerte y desolación, en la arena, en la carretera, en los túneles e incluso en las bañeras. Y, sin embargo, da la sensación de que todavía no se ha desencadenado la tormenta.

Sexo, drogas y rock&roll. Todo agitándose y girando frenéticamente. Mezclado con esa nostalgia de la violencia que grita desde todas las memorias, y se convierte, lentamente, en una gran plétora de muerte y destrucción que se cierne sobre los mortales. Una tragedia sobre ruedas digna de ser vista si nos gustan las chupas de cuero y no nos importa asistir a las mayores atrocidades. Un relato mucho más realista de lo que imaginamos. El actual muro de Trump se convierte en el siniestro protagonista de lo que sucede. Inmigración, drogas, armas, túneles y muchos muertos. Todo para que el show continúe y el capital siga fluyendo.

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