Crítica
Público recomendado: + 13
El título de este largometraje evoca el de la famosa película de Alain Resnais. Me refiero, naturalmente, a Hiroshima, mon amour (1959), aquella historia de amor y memoria en medio de la ciudad japonesa arrasada por la bomba atómica. Sin embargo, esta obra de los gemelos Tarzan y Arab Nasser (Gaza, Autoridad Palestina, 1998) arroja una mirada más esperanzada y humanista que la de Resnais. En España, Gaza, mon amour ha competido en la 65ª edición de la Seminci de Valladolid, donde ha ganado la Espiga de Plata a la Mejor Película y el premio al Mejor Guion del festival.
En la Gaza de nuestros días, controlada por Hamás desde 2007, el pescador de 60 años Issa (Salim Daw) está secretamente enamorado de la modista Siham (Hiam Abbas), que tiene una hija divorciada. Decidido a confesarle su amor, Issa encuentra una noche en las aguas en torno a Gaza una estatua del dios Apolo, señor de la arquería, la danza, la música, la salud y la enfermedad, el sol y la luz, la verdad y la mentira. Es una antigüedad valiosa. Su posesión puede acarrearle problemas policiales y legales. El enamorado Issa tiene que tomar algunas decisiones difíciles.
A partir de ese hallazgo, la trama se desarrolla con lentitud, pero sin aburrimiento. El drama de Issa dista de ser trágico, pero precisamente por eso gana fuerza. Hemos visto tantas películas de cine político -y, a veces, directamente antiisraelí- sobre Gaza, que se agradece una historia de amor de las buenas. Aquí no hay nada de posmodernidades -bueno, un poco sí, pero se tolera- y el amor de Issa hacia Siham es del bueno: romántico, delicado, con un punto íntimo y pudoroso. La fotografía y los silencios enriquecen la narración de esta historia conmovedora.
Desde luego, la cuestión política está en el fondo de la historia, pero la película no es complaciente con Hamás. Vemos la arbitrariedad y el abuso de poder con que la organización terrorista gobierna la Franja. En Gaza falta electricidad, falta horizonte, pero sobre todo falta libertad.
Pero no nos distraigamos porque aquí se trata de un hombre que ama a una mujer y de una mujer que, desde su silencio, dice muchas cosas. Ahora nos ocupa un bajo del pantalón que hay que arreglar y que deja las perneras demasiado cortas. Nos ha traído a este cine un hombre de 60 años que se perfuma y se pone chaqueta porque va a ver a la señora que el gusta. Lo que nos ha convocado frente a esta pantalla, en fin, es el amor que se enfrenta a la pobreza, los prejuicios y el tiempo.
Vayan a verla. La disfrutarán.