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Nadie nos mira

Caratula de ""

Crítica:

Público recomendado: adultos

Una estampa más intimista y nada habitual de Nueva York (aquí no hay carreras desenfrenadas de coches ni policías tiroteándose con delincuentes) es la que nos trae la directora argentina Julia Solomonoff (Hermanas, Ahora, Siesta) con Nadie nos mira, una historia de alguien que persigue su vocación profesional en medio de un forcejeo interior por un lejano amor homosexual.

Con guion de la propia Solomonoff y de Christina Lazaridi, Nico (La señora Haidi, Tiempo muerto, Dolores…) se traslada a Nueva York para interpretar una película después de protagonizar una telenovela que triunfó en su país, Argentina. Pero el proyecto no se acaba de concretar y, mientras tanto, asiste a pruebas de audiciones que no dan resultado, pues su dicción del inglés no es perfecta. Gracias a una amiga argentina, Andrea, profesora de yoga, casada con un directivo estadounidense, le pide que cuide a su bebé en su jornada laboral.

En la espera de que le llamen para hacer la película, Nico acepta el trabajo de “canguro” que compatibiliza con algunas horas de camarero, robos en supermercados y trapicheos varios. Pero un buen día su pasado retorna cuando le llama Martín (Rafael Ferro: La vida después, Mala, Agua…), un directivo de cine casado con mujer e hija, con el que mantuvo en el pasado una relación homosexual.

Nadie nos mira cuenta con una buena interpretación de los actores y una fotografía aceptable, pero despliega una historia a la que le faltan hechos y situaciones que la hagan avanzar dramáticamente. Es excesivamente repetitiva y ensimismada en la vida cotidiana de Nico (cuidar a Theo, el bebé, llevarle al parque, donde coincide con otras cuidadoras y el resto de acciones cotidianas señaladas arriba).

El giro dramático se da con la aparición de Martín y se dedica mayormente a su relación homosexual y a otra que Nico mantiene posteriormente por la frustración que le produce la vuelta de Martín a Argentina sin decantarse por él y abandonar a su mujer.

En cualquier relación, esta preferencia por amar y ser amado por alguien es el motor de nuestra búsqueda porque define una elección radical por cada uno de nosotros. Y, desarrollar esto hasta el fondo, hubiera sido lo más interesante de este filme que no va más allá de respuestas epidérmicas y se queda huérfano de planteamientos más profundos sobre el deseo de plenitud humano.

 

 

 

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