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23 paseos

Caratula de "" () - Pantalla 90

Crítica

Público recomendado: +16

Norte de Londres. Dave es un jubilado que vive solo. Sus circunstancias familiares y económicas son complicadas y no dedica ningún tiempo a distracciones ni a relaciones sociales. En el parque, mientras pasea a su perra, un pastor alemán muy manso y cariñoso, conoce a Fern, una mujer tan mayor como él, quien, a su vez, va con su pequeño perro Yorkie. Al principio Fern los mira con desconfianza, a Dave y a su perra, pero pronto entre los cuatro surge una corriente de atracción, que no hace sino acrecentarse en cada uno de los paseos, hasta llegar a 23.

Sin embargo, la relación entre Dave y Fern no es un camino de rosas, porque ambos llevan un bagaje considerable de experiencias, duras o tiernas, que condicionan su capacidad de enamorarse y entregarse honestamente al otro.

El cine nos ha ofrecido numerosos ejemplos de amores otoñales. Algunos inolvidables como la historia de fidelidad de En el estanque dorado (Mark Rydell, 1981); otros, de segunda oportunidad, como El cuarteto (Dustin Hoffman, 2012); y también de romance en la madurez, como Y llovieron pájaros (Louise Archambault, 2019).

A esta nueva historia, escrita y dirigida por Paul Morrison, le falta calidez y profundidad. Inspira ternura, pero no por las vivencias que muestra, sino tan solo porque ver a dos ancianos refugiarse en un último rescoldo de afecto despierta buenos sentimientos. Los personajes son bastante planos, todo es previsible y no hay una historia humana realmente palpitante. Aunque en ella no falte toda concesión a lo políticamente correcto hoy en día: esposa negra, hijo gay y relaciones sexuales explícitas entre los ancianos.

Con buena voluntad, se puede extraer de la película algo tan obvio como la necesidad de toda persona de sentirse acompañado por alguien más que por un perro, por mucho que se le quiera. La historia no da para más.

Es muy flojita, a pesar de una actuación extraordinaria de Alison Steadman y de Dave Johns, especialmente de este último. No brilla tanto como en Yo, Daniel Blake (Ken Loach, 2016), pero es que la trama no le permite gran cosa.

Dave Johns lo mejor de una película prescindible.

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