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30 minutos o menos

Caratula de "" () - Pantalla 90

Crítica:

Público recomendado: Jóvenes y adultos

Segunda película del realizador americano de 37 años, Ruben Fleischer, tras su sobrevalorado debut con la comedia Bienvenidos a Zombieland hace 2 años, lo que le hizo salir del anonimato.

Ahora ha dirigido otra comedia, 30 minutos o menos, filfa esperpéntica, simple, confundida entre el surrealismo, la zafiedad y el mal gusto.

30 minutos o menos cuenta la historia de Nick (Jesse Eisenberg), un introvertido repartidor de pizzas en un pequeño pueblo, que lleva una vida anodina llena de sinsabores y de pocos alicientes. Sin embargo, dos impresentables criminales le secuestran para obligarle a asaltar un banco, adhiriéndole un explosivo al pecho que estallará en treinta minutos. Con la ayuda de su ex amigo Chet (Aziz Ansari) tendrá que hacer frente a la policía, a la estrecha vigilancia de los delincuentes y a su polémica relación personal en una contrarreloj para evitar que la bomba sea detonada.

En primer lugar se debería hacer alguna reflexión seria de por qué determinadas películas como 30 minutos o menos llegan a las carteleras -sin apenas publicidad y eso que ésta necesitaba bastante- sabiendo de antemano que exprimir el producto ofrece suculentos beneficios. ¿Tal vez determinadas distribuidoras no sepan distinguir la arena de la cal? ¿O resulta más cómodo tirar de la gallina de los huevos de oro?

El filme que se nos presenta sigue los mismos patrones bobos de Bienvenidos a Zombieland, en un intento irregular de hacer llegar de modo muy elemental  al espectador el chiste cinéfilo -incluido el racista- en una carrera sin mucha coherencia argumental, vertebrada en torno a la acumulación pesada de gags, ya vistos en otras producciones del género de poca estofa.

De este modo, 30 minutos o menos se desinfla a sus 10 minutos al quedarse empantanada en un refrito de guiños y auto-homenajes sin hilo conductor consistente. O dicho de otro modo: peca de prometer y aportar poco hasta quedar el conjunto resignado a los más grandes topicazos hollywoodienses que terminan por construir un producto absurdo y aburrido, que sitúan a 30 minutos o menos por debajo de los pueriles filmes de serie B.

Por si esto fuera poco, la cinta despliega un carrusel de diálogos soeces, sin gracia ninguna, probablemente para que la historia no pierda el tono de irreverencia friki, que sí mantiene durante todo su metraje.

En cuanto al guión, además de ser previsible, es muy maniqueo, sobre todo en el segundo acto. Además ni es ocurrente, ni es lo suficientemente original como para que sigamos la película sin recelos, del mismo modo que se acusa una paupérrima puesta en escena del peor cine americano posmoderno como sus efectos especiales, más bien de andar por casa que de otra cosa.

Lo mejor, por decir algo, son algunas referencias cinematográficas que Fleischer se permite, como las que dedica a los Hermanos Coen y su Sangre fácil (1984) o Fargo (1996), su guiño a Facebook, en una clara palmadita en la espalda a Jesse Eisenberg, su protagonista, que tan brillante trabajo hizo en La red social (David Fincher, 2010) y el reparto actoral cuya química entre personajes fracasados está suficientemente conseguida.

Esto sin entrar a valorar a fondo si realmente la película comparte mimbres con el cine de Tarantino, pues tal vez tal valoración eche por tierra la carrera de Quentin y eleve la de Fleischer, pero puede que de algún modo 30 minutos o menos comparta algunos clichés. Eso sí, entre tanta tontería son inevitables algunas risas… e incluso la recuperación de la imagen del antihéroe, del perdedor, del renegado por vocación pero con derecho a redención.

En resumen, Ruben Fleischer falla en esta comedieta aburrida, sin chicha, que dejará indiferente al espectador, y que no puede dar más de sí, porque abusa, como se ha indicado, de recursos cinematográficos ajenos, chistes fáciles y, en general, grosería por doquier, para apoyarse en lo accesorio y así intentar no hacer mucho el ridículo. Y claro, el tiro le ha salido por la culata.

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