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303

Caratula de "303"

Crítica

Público recomendado: Jóvenes y Adultos

Lo bueno de 303 es que nos cuenta la historia de algo tan sencillo y complicado como un beso, que cristaliza en una road movie, un viaje exterior e interior -material y espiritual- de dos jóvenes, Jule y Jan, que se encuentran tras una larga y sugestiva búsqueda. Lo bueno de 303 es el viaje, los paisajes, las miradas, los momentos inolvidables zurcidos de sencillez y de amor a la naturaleza, las interesantes y entretenidas reflexiones de dos jóvenes hablando del amor, el sexo, las relaciones humanas, la familia, la paternidad, la religión, la evolución, la vida, la muerte… Las casi dos horas de película dan para muchos temas. 303 habla de lo de siempre de una forma bella, franca, elegante, profunda y visual. Y, mira, funciona. Inevitable acordarse de Antes de amanecer (Richard Linklater, 1995), film que entusiasmó al director Hans Weingartner y en el que se inspiró para llevar a cabo su película.

Jule y Jan se encuentran por casualidad en una gasolinera de Berlín. Él busca que alguien le acerque a Colonia, desde donde pretende viajar al norte de España. Y ella va a visitar a su novio en Portugal en su caravana Mercedes 303. Los dos pasan por momentos difíciles: ella necesita hablar con su chico de algo importante, además, acaba de recibir un inesperado suspenso: es estudiante de Biología. Él desea conocer a su padre biológico, al que nunca ha visto, y le acaban de denegar una beca para sus estudios.

Las conversaciones surgen con espontaneidad y dan lugar a consideraciones entretenidas, como la teoría de la estrategia capitalista para que las personas vivan solas y consuman más. Explica Jule que “cuatro personas que viven en cuatro pisos necesitan cuatro frigoríficos, cuatro aspiradoras, cuatro calentadores de agua, cuatro… […] Si vivieran juntos solo necesitarían uno de cada. Entonces, económicamente, tiene más sentido que vivan solos, porque así consumen más. Un amigo hizo la tesis sobre eso: Estrategias de separación del capitalismo”, o las hipótesis sobre la competición y la cooperación humana que defienden él y ella respectivamente, con argumentos bien construidos y convincentes. Pero más que los diálogos, que resultan una excusa juguetona para la discusión, lo que realmente convence al espectador son las imágenes, que se inclinan claramente hacia la cooperación, al ver a los dos jóvenes cocinando pasta, saboreándola juntos y fregando y recogiendo los platos entre sonrisas y bromas.

Toda esa cooperación se va haciendo más fuerte y entrañable a lo largo del viaje: turnos para conducir, reparto de tareas, complicidad creciente en las miradas, palabras y hechos, conversaciones más personales e íntimas. Toda la película se dirige hacia un final ineludible, para el que no hay ninguna prisa en llegar, porque estamos encantados con el maravilloso viaje en busca de conocimiento mutuo. Ellos mismos se van dando las claves que conducen al final. Hablando del amor, le aclara Jule a Jan “puede que no pueda decidir quién me parece atractivo, pero sí puedo decidir de quién me enamoro. Y ese es tu problema. Tienes que tomártelo paso a paso. El primer paso: encuentra una  mujer que te atraiga. Paso dos: descubre si estáis en la misma onda. Si no, vuelve al paso uno. No es tan difícil. También hay un tercer paso, pero ya lo veremos en el curso avanzado”.

Merece la pena seguir los lances de estos dos personajes -entre quienes se va creando una química especial- hasta llegar a las lecciones más avanzadas, que además de interesantes y entretenidas, resultan de lo más sugerentes, como la que el espectador encontrará hacia el final del viaje: “Nadie es de nadie. Solo si acepto que todo puede acabarse mañana puedo ser feliz”.

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