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360: Juego de destinos

360: Juego de destinos

Público recomendado: Adultos

La búsqueda de sentido, a pesar del sacrificio y dolor que conlleva siempre, es la brújula que indica el Norte marcadamente positivo de 360. Juego de destinos, última película de Fernando Meirelles (Blindnes, El jardinero fiel, Ciudad de los hombres, Ciudad de Dios, candidato al Óscar), en la que asistimos a una historia coral donde se cruzan las trayectorias de hombres y mujeres que apuestan por una vida plena.

El dolor, la fragilidad y las contradicciones quedan plasmadas en las vidas de los personajes. En algunos, como John (Anthony Hopkins) y Tyler (Ben Foster) esta carga es tal vez más lacerante. El primero ha dedicado más de 30 años de su vida a buscar a su hija desaparecida. Camino de Phoenix, conoce a la joven brasileña Laura, que regresa a su país tras sufrir las continuas infidelidades de su novio. Está dolida porque todos los hombres la engañan y se autoinculpa por ello. Así se lo dice a Tyler, al que ha conocido también en el aeropuerto, donde harán noche porque sus respectivos trasbordos se han anulado, y con el que intenta acostarse. Pero Tyler se opone. Ha salido de la cárcel por delitos sexuales y quiere integrarse en una comunidad terapéutica.

En Tyler vemos a la persona que conoce todo su horror. “Necesito que me protejan de mí”, dirá. El ser consciente de hasta dónde llega su mal no le quita un ápice del sacrificio de tener que combatirlo hasta la extenuación. Observamos en él a un hombre luchando contra su tendencia, que me recordó aquello de san Pablo de “quién me librará de este cuerpo de muerte”, por el que el apóstol clamaba su liberación a Cristo. En ningún caso era una frase bonita y es, en Tyler, una conciencia clara del mal que porta y motivo de dolor y autoescándalo.

En los aspectos formales de 360, las actuaciones de los personajes se desdoblan simultáneamente en pantalla, lo que favorece un creciente ritmo narrativo, al que hay que añadir, entre otras decisiones del montador Daniel Rezende, una acertada superposición de voces en off para introducir las escenas y el cambio de lugar y protagonistas. Esta agilidad expositiva se complementa con una buena dirección de actores, algunos de ellos de los países del Este, que dan la talla en todo momento, como también lo hacen las estrellas más conocidas en nuestro entorno, como Jude Law (a pesar de que su vivencia sea la más inconsistente), Ben Foster o Anthony Hopkins. De él, han sacado Meirelles y el guionista Peter Morgan, un largo parlamento cuando comparte la extenuante misión que se había impuesto con compañeros de un grupo de terapia, y como el encuentro con un jesuita ayudó a su liberación.

El filme tiene algunas imágenes provocativas. De hecho, empiezan en el estudio de un fotógrafo al que acude Blankha con su hermana para que la retraten y colgar después sus imágenes en Internet, donde se ofrecerá como prostituta.

En 360. Juego de destinos, el inicio en voz en off alude a que la vida está hecha de bifurcaciones por las que hay que apostar. Algunos personajes dirán que hay que aprovecharlas porque la vida es corta. Pero no estamos ante una película que enerve alocadamente las emociones, sino ante una cinta que, sin nombrarlo (actualmente, no aparece ante la opinión pública), alude al atractivo o repulsión que nos provocan las personas y los hechos que nos encontramos; o sea, el móvil o móviles de nuestras actuaciones. En resumidas cuentas, 360. Juego de destinos es un clamor de cómo estamos hechos, de hacia dónde nos impulsa nuestra naturaleza, que no es otro camino (o que creemos que es el acertado en un determinado momento) que el que nos conduzca a conseguir el sentido y la felicidad para nuestra existencia. Para alguien abierto a la realidad es el Infinito; para un cristiano es también el Infinito, que se hizo carne en un lugar y momento determinado.

Enrique Chuvieco

 

Ficha técnica:

Dirección: Fernando Meirelles

Reino Unido, 2012.

Interpretación: Anthony Hopkins (John), Rachel Weisz (Rose Dalv), Jude Law (Michael Daly), Ben Foster (Tyler McGregor), Maria Flor (Laura), Dinara Drukarova (Valentina), Gabriela Marcinkova (Anna), Jamel Debbouze (El argelino).

Duración: 110 minutos

Género: Drama

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