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522. Un gato, un chino y mi padre

Caratula de ""

La road movie es un género por el que, personalmente, siento predilección. El libertinaje que ofrece una road movie, narrativa y estilísticamente hablando, pocos géneros lo ofrecen, más allá de la mezcla que pueda hacer un guionista con su obra. Por eso, de sus entrañas han salido películas tan radicalmente distintas como Paris, Texas o Dead End: de la preciosa obra maestra de Wenders a la gamberrada macarra de origen francés hay un paso largo. Sin embargo, ambas son road movies. Sería descabellado no señalar que la popularidad de estas películas empezó en Europa, a finales de los años 50 y principios de los 60, con comedias italianas como Totò e Carolina o La escapada, o la obra maestra del enorme Henri Verneuil, Cien mil dólares al sol. Godard sumó su granito de arena con Pierrot le fou, pero del todo es sabido que la popularidad del género ascendió con un nombre cuya historia está grabada con letras de oro en el cine: Roger Corman. Su obra Los ángeles del infierno por el génesis lo que años más tarde sería la apoteosis de la road movie y el emblema hippy por excelencia: Easy Rider. Como puede verse, es un tópico que ha tocado a todas las grandes industrias del mundo, incluida la española: ahí está la ejemplar obra de Juan Antonio Bardem, El puente; Hola, ¿estás sola? de la siempre interesante Icíar Bollaín. Y ahora, llega un casi novel Paco R. Baños, pone delante de la cámara a Natalia de Molina y se saca esta irregular obra, que alberga interés, cuyo conjunto final es tan desigual como curioso.

La trama es la siguiente: se nos presenta a una joven que sufre agorafobia a la que se le ha muerto su única compañía: su querido gato. Esta la mecha que hace que la joven supere sus miedos y emprenda un viaje para enterrar al animal, y que servirá también como viaje espiritual. De partida, la primera mitad del film es maravillosa: un retrato de la agorafobia con planos cortos y asfixiantes; unos conflictos interiores que interesan; la enorme actuación de la joven Natalia de Molina, de lejos lo mejor de la obra. Un retrato psicológico muy apoyado en la narrativa audiovisual que puede resultar dificultosa para el espectador que no esté muy curtido en este tipo de films: obras pequeñas pero para paladares exigentes. Sin embargo, su segunda mitad da un bajón considerable, sucediéndose una serie de episodios estrambóticos que no captan nuestra atención. La sensación es que la narrativa cae, se mete en un callejón sin salida que no va a ninguna parte y naufraga en una narración farrangosa. A pesar de ello, el trabajo de Molina saca a la película de acabar de la deriva; el resultado sin embargo es agridulce.

En el apartado actoral, lo dicho: Molina cada vez dejando más claro por qué es una de las actrices jóvenes más interesantes del momento. El resto de personajes solo poseen esporádicas apariciones que otorgan carácter un carácter secundario a las subtramas, cargando todo el peso en la protagonista.

En resumen: una película para paladares exigentes, irregular y poco nivelada; con un muy buen comienzo y una interpretación de Natalia de Molina excelente.

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