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A cambio de nada

Crítica:

Público recomendado: Jóvenes

Los traumas juveniles por la separación conyugal y el valor de la amistad son los elementos de fondo más sugestivos de A cambio de nada, de Daniel Guzmán, actor de cine y televisión que se estrena apoteósicamente detrás de la cámara tras obtener tres premios en el último festival de cine de Málaga.

Mejores película, director y actor secundario son los trofeos que se llevó en, este su primer filme, Guzmán, quien firma también el guión y de cuya distribución se encarga la estadounidense Warner Bros. Con estos mimbres, Guzmán irrumpe con músculo en la industria cinematográfica.

En Madrid, Darío (Miguel Herrán) vive traumatizado tras la ruptura matrimonial de sus padres y solo encuentra acogida en su amigo Luismi (Antonio Bachiller), con quien siempre cuenta, aún a regañadientes de éste, para sus escarceos delictivos, que van subiendo de tono cuando huye de su casa y comienza a trabajar en el taller mecánico de “Caralimpia” ((Felipe García Vélez), un castizo delincuente metido en años en el que Darío cree encontrar un refuerzo afectivo.

Sin llegar a un naturalismo descarnado, esta historia vigorosa recurre al lenguaje de trazo grueso de los jóvenes cuando se refieren a sus pulsiones sexuales y en alguna blasfemia por parte del padre de Darío, Luis Tosar, siempre creíble y profesional, como nos tiene acostumbrados, a pesar de tener un papel secundario.

El intérprete gallego y el resto del reparto brillan con naturalidad y se hacen creíbles en cada una de las situaciones en las que Guzmán coloca a sus personajes. Guiados con una buena dirección de actores, el descubrimiento de Antonio Bachiller, como Luismi, proporciona al filme unas buenas dosis de humor en su campechano hieratismo interpretativo, con el que ganó el premio al mejor actor de reparto. Antonia Guzmán, abuela del director en la vida real, quien encarna a una viejita que acoge incondicionalmente a Darío en su casa desde que lo encuentra una noche en su habitual ruta nocturna con su motocarro en busca de muebles y cachivaches varios, es otro ser luminoso que sabe ver el fondo bueno del muchacho.

La sencillez de la anciana descubre que, tras la apariencia de pillo del chico, hay un corazón noble y desamparado que sufre, aunque desconoce los motivos. Explicaciones que nunca demanda del chico, pero siempre abierta a recibirle, aún en horas intempestivas.

Lo que maltrata a Darío es la pretensión de sus padres de que se decante por uno de ellos en una vista judicial que ambos pretenden, pero a la que el muchacho se niega rotundamente (huye de casa), “porque los dos son mis padres”, dirá en uno de los momentos más emotivos del filme.

A cambio de nada es, en medio de un lenguaje soez y un ambiente montaraz, una historia de amistades y algunos afectos desinteresados, narrada con ritmo y naturalidad en un montaje sobrio y convincente, que enfila un futuro prometedor para Daniel Guzmán en la dirección.

 

 

 

 

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