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Almost Ghosts

Caratula de "" () - Pantalla 90

Crítica

Público recomendado: +16

Uno no sabe si el primer contacto con la “Ruta 66” fue la revista de rock dirigida por Ignacio Julià, tipo culto e interesante donde los haya, o con la versión que los Rolling Stones hicieron de un tema de los años 40: “Get your kicks on Route 66”. Alguien más cultivado tendrá en la novela “Las uvas de la ira” de John Steinbeck su referencia cultural clave sobre esta carretera y para los entusiastas del cine familiar, Cars (Joe Ranft, John Lasseter, 2006) es la mejor introducción a la historia de un icono cultural de los Estados Unidos y una ruta turística fundamental de esta extensa nación.

Pero con Almost Ghosts tenemos una extraordinaria mirada a la famosa carretera, no realizada ni por sus historiadores, ni por los operadores turísticos sino por la directora Ana María Ramón Rubio, con Cristina Vivo a la producción. Una cinta que sorprendió a los propios lugareños en el Festival Internacional de Arizona, donde se alzó con el Premio al Mejor Documental porque logró contar una historia que da sentido, porque llega hasta donde palpita la vida humana. Uno de los dramas del turismo es que apenas es un contacto epidérmico con cosas y piedras. Se nos dice que un cuadro lo pintó Fulano, que no sabemos quién es ni por qué pintó con aquellos colores, ni menos sabemos nada de él.

Ana María Ramón Rubio ha logrado explicar como nadie qué es la Ruta 66 porque la vemos encarnada en tres hombres. Tres son los hombres que con sus testimonios conducen la historia del documental; tres luchadores y tres hombres que personifican aquello que más podemos admirar de los Estados Unidos. Para aquellos a los que no nos deslumbra ni Wall Street ni Hollywood, ni el glamour ni los yuppies, sí nos pueden enganchar los luchadores, los hombres que han tenido que reinventarse a sí mismos. Aquellos que apenas han tenido tiempo para quejarse. Porque esos hombres han hecho grandes a los USA. Lejos de entender a los USA como la suma de las dos costas entre las que vive gente poco interesante, la mayoría de los Estados Unidos, desde sus orígenes, tiene que ver con hombres y mujeres pegados a la tierra, y que la han regado con su sudor y su sangre su tierra.

La Ruta 66 es conocida hoy, en gran parte, por el tesón de estos hombres que no esperaron que ni los servicios públicos ni los trabajadores sociales o las subvenciones vinieran a solucionarles la vida. La historia de la ruta 66 es la de tantas y tantas carreteras, o la de tantas y tantas fábricas o minas, pueblos, granjas, etc. a las que el progreso arrincona sin piedad. Construida en los años 20, unió Chicago con los Ángeles; en sus casi 4.000 kilómetros de extensión se crearon numerosos núcleos urbanos, pequeños, pero activos e industriosos, como han sido siempre los americanos. Fue la ruta que siguieron tras la gran depresión miles de familias que buscaban en el Oeste una vida mejor. Pero a finales de los años 70 la construcción de una autopista interestatal, más rápida, más recta, más plana llevó al olvido a centenares de pueblos.

Nuestros tres protagonistas, Lowell Davis, Ángel Delgadillo y Harley Rusell vivieron la decadencia y el olvido de sus pueblos. Pero se reinventaron, lucharon, perdieron, se levantaron y volvieron a luchar. Puede que sus victorias fueran modestas, como también lo fueron sus expectativas: para uno, fabricando pequeños objetos artísticos y reconstruyendo, edificio a edificio, el pueblo de su infancia; otro, manteniendo la memoria de su peluquería y el testimonio vivo de una época dramática de los Estados Unidos, otro sacando valor de lo que llama la mediocridad de la tierra, el reino de los redneck o de los paletos, de aquellos que no se acomodan a las modas ni a las exigencias de la competitividad de la mentalidad capitalista. Cuando todo estaba perdido, lograron ver que para mucha gente la Ruta 66 era la historia de sus familias atravesando el país a la búsqueda de un futuro mejor. Ahí estaba la semilla del resurgir y de la nueva vida de la carretera.

Pero además de estas historias de superación, de lucha, de autodefensa, de iniciativa, hay mucho más. En el fondo, los sitios tienen un carácter sagrado, porque en cada sitio han vivido y luchado seres humanos; y como los seres humanos estamos preñados de trascendencia, a los sitios se les ha quedado adheridos esa semilla que llama a un destino superior. Se puede ser peregrino o turista (peregrino descafeinado) pero todos entendemos que a veces tenemos que salir de casa y ponernos a la búsqueda. Podemos buscar sensaciones, un selfie, o buscar el sentido de la vida, y para ello, la vida de otras personas, que sufrieron, que lucharon y buscaron una vida mejor es un estímul. Y de esto va la Ruta 66, de esto va Almost Ghosts. Es la historia del grano de trigo que ni no muere no da fruto. La Ruta 66 dio fruto y como algunos se quedaron para luchar, la semilla dio fruto abundante.

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