Generic selectors
Exact matches only
Search in title
Search in content
Post Type Selectors

Amor tóxico

Caratula de "" () - Pantalla 90

Crítica:

Público recomendado: Adultos

Cualquier relación humana empieza por un atractivo que suscita en nosotros alguien que puede ser de índole físico, espiritual o ambos unidos.Si en un principio es el primer elemento lo que lleva a Toni (Eduardo Ferrés: Amar es para siempre, Faraday, La final…) a una cita a ciegas con Irene (Ann Perelló: Pulsión sangrienta, Timothy, La Manada…), con el objetivo de acostarse con ella, luego es el enmarañado carácter de ella, quien le motiva a aguantar sus “locuras” en las que parece reconocer una mujer tan interesante como tóxica. Y por este cauce transitan las reflexiones sobre las relaciones de pareja del guion de Toni Junyent y Pablo Velázquez que Norberto Ramos del Val (Faraday, Summertime, El último fin de semana…) lleva a imágenes en la película Amor tóxico.

Los ingredientes que utilizan Junyent, Velázquez y Ramos del Val para acercarnos el encuentro de Toni e Irene se ajustan a los cánones actuales: chica busca chico para pasar la noche o viceversa, con la antesala de rigor —mayormente motivada y expresada por ella, aunque no ocurre en todos los casos— de cumplir los ritos, necesarios para las mujeres, y no así para los hombres, según expondrá Irene, que conllevan un “cortejo siglo XXI”, cuya característica principal es demostrar que las féminas son superiores intelectual y emocionalmente a los hombres.

Así el psicoanálisis que utiliza Irene para provocar a Toni tiene tantos ribetes de vejación, que él está a punto de tirar la toalla en varias ocasiones, pero una promesa de ella de pasar la noche juntos realizando coitos “salvajes”, le mantiene en la silla del bar donde se citan y tiene lugar la mayor parte del metraje del filme, para conseguir la “pieza” aguantando el chaparrón.

En una actuación mayúscula de Irene (Ann Perelló: Pulsión sangrienta, Timothy, La Manada…), están reflejados los planteamientos nihilistas de muchas parejas actuales, dislocadas por el objetivo imposible de controlar el sentimiento para seguir estando juntos, al que se añade la entronización del sexo como factor cuasi principal para buscar la felicidad. Resorte, este último, que aporta buenas dosis de felicidad (también de frustración, como reconoce Toni, en las relaciones actuales) y que es uno de los esenciales al que recurrimos para satisfacer nuestro deseo de plenitud y de significado, como ya cristalizó el dramaturgo Cesare Pavese en una frase genial: “Lo que el hombre busca en el placer es el infinito, y nadie renunciará nunca a ese infinito”.

Aunque no lo verbalizan, porque no es políticamente correcto, buscadores de este infinito son Toni e Irene porque así lo “gritan” cuando aluden a sus “tristes vidas”, la soledad y cercanía a la locura (expresada por ella en intentos de suicidios) y a haber utilizado el sexo en “muchas ocasiones para salvar mi vida”, dirá también Irene, quien es consciente de su malestar, como él. Pero guionistas y director restringen el escenario donde se mueven ambos, donde no hay cabida para las preguntas sobre el sentido del trabajar, sufrir, relacionarse, amar, disfrutar, reír, entregarse…; en suma, del vivir y del morir.

Con todo hay que agradecer también a Junyent, Velázquez y Ramos del Val que nos propongan este “cara a cara” entre Toni e Irene (cercano, materialmente, a una representación teatral) que resulta ser un callejón sin salida que nos lleva a basar las relaciones en el sentimiento y la atracción física, aunque propongan al final una “gatera” por la que salir, basada en una atracción destructiva como catalizador de empezar algo en común, eso sí, siempre dentro del perímetro del escenario vital impuesto de antemano.

 

 

Esta web utiliza cookies propias y de terceros para su correcto funcionamiento y para fines analíticos. Al hacer clic en el botón Aceptar, acepta el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos. Ver
Privacidad