Crítica
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Anselm Kiefer (1945) es uno de los mejores artistas vivos contemporáneos, presente en las mejores colecciones internacionales y mejor cotizado. Su pasado y presente se entrelazan para difuminar la línea entre el cine y la pintura, brindando así una experiencia cinematográfica que se sumerge profundamente en el trabajo de un artista y revela el camino de su vida. Wim Wenders lo ha vuelto a hacer: mostrar el arte y el artista, como con Sebastiao Salgado, Pina Bausch y ahora con “el coloso del arte” Anselm Kiefer. Un acercamiento que no es un biopic al uso, sino un adentrarse que se mueve entre lo surrealista y el realismo mágico, en perfecto diálogo con la creación personalísima de Kiefer.
Un artista que puede encuadrarse en el lenguaje neoexpresionista pero que lo sobrepasa, formado en la pintura, derecho y lengua francesa en Dusseldorf. A finales de los setenta, impone la llamada nueva pintura alemana en el ámbito internacional. Desarrolla un arte “matérico”, en el cual utiliza telas de gran tamaño que impregna con pigmentos y materiales diversos, interviniéndolos con fuego, agua y otros procesos, junto con textos sobre temas que hacen referencia a la cultura y mitología alemana. Ha expuesto en la Documenta de Kassel (1977, 1982 y 1987), las Bienales de Venecia (1980) y París (1985) y en la Städtische Kunsthalle de Düsseldorf (1984), y tiene una importante colección en el Museo Guggenheim de Bilbao (1990) y en el Centro de Arte Hortensia Herrero (2023). Sus preocupaciones son los grandes temas antropológicos (la muerte, la memoria, la huella, el ser humano), míticos e históricos. La herencia de su maestro Josep Beuys es evidente en su obra, como también la de la algunos filósofos y escritores: Heidegger, Celan, Bachmann, Foucault, quien augura, como Kiefer mismo, la “desaparición del hombre”.
Kiefer es iconoclasta, revolucionario, alquimista, provocador y extraordinario, tal como quiere presentárnoslo Wim Wenders. La herida abierta de la sociedad alemana por su terrible episodio nacionalsocialista y la protesta contra el olvido; de la misma forma que se pregunta qué sea el arte, quién es el artista, como asuntos recurrentes en su obra. En este documental, se encuentran perfectamente trenzados la contemplación, la emoción, y el interesante recurso a las tres dimensiones para mostrarnos la obra de Anselm Kiefer como algo escultórico y envolvente, con peso, textura, movimiento y profundidad.
En Anselm, se nos transmite su confianza absoluta en la capacidad regeneradora del arte, como medicina ante horrores pasados. Kiefer lleva a su personal terreno el pasado, mitologías de los Nibelungos o Ícaro, Wagner, etc para sintetizar anteriores tradiciones artísticas, junto a formas de representación escenográfica y teatral y su propio pensamiento.
María Molina