Crítica:

Público recomendado: Adultos

Ruth y Alex son un matrimonio que lleva 40 años viviendo en su piso en una zona de moda en Nueva York. Ella profesora, él artista, sin hijos y ya jubilados, piensan que es buen momento de mudarse a un barrio más tranquilo y sobre todo, de fácil acceso y con ascensor. No sin bastante nostalgia, comienzan la aventura  de vender su piso y buscar un nuevo hogar. En esas tareas inmobiliarias les ayuda su sobrina Lily, quien organiza una jornada de puertas abiertas para posibles compradores.

La historia es así de sencilla, una narración lineal de la vida en Nueva York, una más, enfocada en el día a día de dos personas mayores. Está basada en parte de una novela de Jill Clement y dirigida por el británico Richard Loncraine. Las interpretaciones de Diane Keaton y Morgan Freeman están a la altura de lo que te esperas de estos dos grandes de Hollywood. Como sub trama encontramos un retrato bastante deshumanizado del negocio inmobiliario, personificado en Cynthia Nixon, una de las mujeres de Sexo en Nueva York.

La historia es pobre, le falta garra y conflicto, y le sobra bastante dosis de azúcar en la relación de los dos protagonistas, a menudo contada en flashback. Sin embargo, muestra un amor sólido, y cuenta con algunos detalles enriquecen la historia, como la preocupación de Ruth por su perro enfermo, la psicosis generalizada que provoca un presunto terrorista, y lo variopinto de los posibles compradores. Nueva York en estado puro.

No estamos ante una gran película. Este drama con toques de comedia que resulta bastante inverosímil (¿Cómo un matrimonio quiere vender su casa sin saber a dónde irán a parar?) Simplemente es agradable de ver, una cinta “feel good”, pero no está a la altura de los mejores papeles de sus protagonistas.