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Babylon

Caratula de "Babylon" (2022) - Pantalla 90

Crítica

Público adecuado: +18

Se ha estrenado en medio de una gran división de opiniones la última película de Damien Chazelle, uno de los directores más destacados de la última década, gracias a títulos como Whiplash o La La Land. Babylon es su película más ambiciosa, un gran fresco sobre el Hollywood de los años 20 y 30, cuando se produjo la gran transición del cine mudo al sonoro, un auténtico terremoto que lo cambió todo.

Babylon sigue las distintas trayectorias de cuatro personajes en la meca del cine: un mexicano recién llegado con una gran vocación, una descarada aspirante a actriz que hará lo que sea por triunfar, un veterano galán cuyo estatus de estrella está a punto de cambiar y un músico negro que deberá poner en juego su dignidad para abrirse camino en la industria del cine.

Damien Chazelle ha dicho en una entrevista que Babylon es “una carta de odio a Hollywood y una carta de amor al cine”. Esta dicotomía es fundamental para entender su película. Todo el que se haya acercado de alguna manera a la industria del cine (incluso si no es la de Hollywood) conoce esa dualidad, la de una actividad con enormes implicaciones económicas, y cuyo entorno puede ser tóxico, ególatra y destructivo, pero un arte que puede resultar mágico cuando en medio del caos aparece un momento sublime.

Chazelle reparte sin piedad a productores, directores, actores, advenedizos con ansia de triunfar… incluso a la prensa especializada. No es de extrañar que haya generado esas reacciones tan encontradas, a nadie le gusta que le pongan delante un reflejo tan poco favorecedor. Pero al mismo tiempo, homenajea al Séptimo Arte como esa gran fábrica de sueños para la eternidad que puede llegar a ser, culminando en una secuencia final que pondrá los pelos de punta a todo cinéfilo de bien.

Por supuesto, la película también tiene sus problemas: debido a su carácter de obra coral, la narrativa puede ser algo dispersa en algunos pasajes, aunque no se llega a perder el interés. También podemos señalar que el tono de algunas escenas humorísticas no es muy consistente con el resto de la película. Y que al retratar los excesos del Hollywood de la época, el propio Chazelle cae en la trampa de hacer su película algo excesiva, y no solo por su duración. No era necesario caer en la zafiedad tan gráficamente como sucede en ciertos momentos, aunque son deslices puntuales.

Temáticamente, vuelve a aparecer el leitmotiv principal en la cinematografía del joven director: la dificultad de dedicarse en cuerpo y alma a una vocación sin que los otros aspectos fundamentales de la vida (la amistad, el amor, la familia…) se resientan. Además, los personajes no son meras caricaturas que usar para retratar los desmanes de la época: Chazelle nos cuenta que están perdidos porque adolecen de un desarraigo familiar: Nellie tiene a su madre en un psiquiátrico (en un rodaje dice que cuando necesita para llorar frente a la cámara, piensa en su casa), Jack Conrad va de divorcio en divorcio buscando una estabilidad que no encuentra (y subrayado físicamente por sus tambaleos y caídas durante toda la película), Manuel tiene a su familia mexicana a media hora de distancia pero reniega de ellos… aunque sus caminos terminan siendo diferentes, la visión de Chazelle no es nihilista o desesperada: todos tendrán su oportunidad de escapar hacia la luz, aunque no todos la aprovechen. En el fondo, su entrega al cine para formar parte de algo más grande que ellos (como se dice en un diálogo), algo que les trascienda, evidencia su humana búsqueda de dotar sus vidas de sentido, aunque Hollywood no puede otorgárselo, sino solo un camino hacia la autodestrucción.

Por otro lado, Babylon está excelentemente rodada, como las anteriores películas de Chazelle. El director confiere a cada escena un sentido del tempo que consigue encontrar el núcleo emocional de cada una de ellas. Unido a un gran trabajo de ambientación, música y montaje, y a las excelentes interpretaciones de todo el reparto, todo ello convierte a Babylon en cita obligada para los amantes del buen cine.

Federico Alba

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