Crítica

Si atendemos a la historia real en la que se inspira Betty Anne Waters, nos encontramos con el retrato de una mujer que con infinito coraje y tesón lucha por demostrar la inocencia de su hermano, para lo cual no duda en sacrificar aspectos de su propia vida. Como película sin embargo, no es más que otra variante de ese antiguo cliché argumental que ya en 1947 Henry Hathaway llevaba a la gran pantalla con James Stewart como protagonista –Creo en ti- en el que el personaje principal osa enfrentarse contra todo y contra todos, para acabar demostrando las irregularidades del sistema judicial y consiguiendo su propósito.Como además en esta ocasión la protagonista es una mujer, no es difícil que el espectador acuda a un referente más cercano, Erin Brockovich, película de Steven Soderberg que en el año 2000 se hizo con numerosos premios, entre ellos el Oscar a la mejor actriz para Julia Roberts.

A pesar de la simplicidad con la que se abordan ciertos temas y situaciones que generalmente aparecen relacionados con este tipo de películas -desmoronamiento del núcleo familiar, algún trauma infantil, lealtades incondicionales en algunos momentos incomprensibles… -, que hacen que el filme sea algo previsible, lo cierto es que este drama judicial resulta ser bastante entretenido y una buena opción para una de las tardes de este verano en el que el buen tiempo está brillando por su ausencia.

La cinta nos ofrece un guión irregular, cuyas carencias quedan parcialmente superadas por las interpretación de la protagonista y por la fuerza de una historia que nos recuerda que, a pesar de las imperfecciones del ser humano, todavía queda en nosotros algo de pasión e incondicionalidad, que pueden salir a relucir hasta en el caso más improbable y demostrar que ni siquiera nosotros somos conscientes de nuestros propios límites. Si encima todo esto nos lo recuerda una mujer, la película se convierte en un producto oportuno, muy típico de nuestros días.