Crítica
Público recomendado: 13+
Vuelve Tim Burton con una historia del ultramundo, llena de personajes estrafalarios, extraños, gamberros, inmersos en un mundo visualmente rico, de corte gótico, con efectos visuales elaborados y característicos, que incluyen algunos creados con stop motion y recuerdan las criaturas emblemáticas animadas por Ray Harryhausen en películas como Jason y los argonautas (1963).
Bitelchús, Bitelchús es la secuela de aquella película dirigida por Burton en 1988, y que fue el segundo largometraje del director: Bitelchús. En aquella entrega un bioexorcista era contratado por una familia que muere en un accidente (pero no son conscientes de su propio fallecimiento) para echar de su casa a los nuevos inquilinos que han adquirido la vivienda: la familia Deetz. En esta segunda entrega, la hija de los Deetz, acude a Bitelchús para recuperar a su hija del ultramundo, donde ha viajado engañada por un muerto viviente.
Treinta y seis años después de la primera entrega, Burton vuelve a contar con Michael Keaton para el papel de Bitelchús, que se muestra igual de convincente y magistral. Winona Ryder pasa de la hija adolescente de la primera entrega a interpretar con acierto a una madre con serios problemas emocionales y que presenta un programa de televisión de hechos paranormales. El papel adolescente está a cargo de Jenna Ortega, que lo borda. Catherine O’Hará también repite papel, ahora es una viuda dedicada al arte y empeñada en conectar con su marido recientemente fallecido.
La película es visualmente atrayente, la historia es tan loca -o más- que la primera, pero se nota que hay un guion más elaborado. En la primera entrega, como reconoció el director, no tenían clara la historia, las discusiones de guion eran interminables y ni siquiera hubo un final claro, así que rodaron varias posibilidades y el público que asistió a los pases previos al estreno decidió el desenlace que finalmente se quedó en la versión oficial. Ahora hay un diseño de la historia más claro, el tono gamberro sube y hay varios homenajes a películas de terror, que gustarán a los amantes del género, pero que descarta de las salas al público más infantil.
Con la siempre sugerente música de Danny Elfman, una cuidada banda sonora que subraya con eficacia la riqueza visual de la película, unos efectos visuales artísticos y convincentes, la entrega gustará sin duda a los fans de Tim Burton, pues es más que evidente su mano en el diseño artístico y visual.
Temáticamente es menos profunda y personal, y aunque se tratan tangencialmente asuntos que siempre han destacado en el cine del director, como la soledad y el desasosiego de sus personajes inadaptados, la trascendencia de los vínculos familiares, la doble personalidad y la máscara como representación de la autenticidad de sus personajes, aquí todo está más centrado en lograr una película comercial y taquillera, con el indiscutible sello personal de Tim Burton, que sin duda está muy presente.
Javier Figuero