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Blancanieves (2012)

Caratula de "Blancanieves" (2012) - Pantalla 90

Crítica:

Público recomendado: Jóvenes

Andalucía, años 20 del siglo pasado. Carmencita (Sofía Oria) es la vitalista e imaginativa hija del famoso torero Antonio Villalta (Daniel Giménez Cacho) y la popular cantaora Carmen de Triana (Inma Cuesta). Tras diversas desgracias, su infancia es una pesadilla por culpa de su cruel madrastra Encarna (Maribel Verdú), que la trata peor que a las numerosas criadas de su suntuoso cortijo. A pesar de todo, la niña conserva la alegría de vivir y, cuando se hace mayor, se convierte en Carmen (Macarena García), una bella joven, de fuerte personalidad. Un día, harta de ser humillada, Carmen huye de su hogar y emprende un viaje apasionante, acompañada por una troupe de enanos toreros, que comienzan a llamarla Blancanieves, “como la del cuento”.

Incluida en la terna de películas preseleccionadas para representar a España en los Oscar, y elogiadísima en el Festival de Cine de San Sebastián —donde es firme candidata a la Concha de Oro—, este segundo largometraje del bilbaíno Pablo Berger (Torremolinos 73) puede convertirse en la película española de la temporada. Muda y en blanco y negro —al estilo de The Artist—, propone una originalísima versión melodramática, gótica, flamenca y taurina del popular cuento de los hermanos Grimm. Su primer atractivo es formal, pues su impecable ambientación, la sensacional fotografía de Kiko de la Rica, la memorable y variadísima banda sonora de Alfonso de Vilallonga, el impresionante montaje de Fernando Franco y, sobre todo, una puesta en escena de gran potencia narrativa y emocional llevan en volandas a este realista cuento de cuentos —como lo ha definido el propio Berger— por todos los grandes géneros del cine, de la comedia disparatada a la tragedia griega, pasando por la aventura, y recalando especialmente en el melodrama costumbrista. Y siempre, desafiando la capacidad de sorpresa del espectador y haciendo vibrar sus fibras más sensibles.

A este apabullante despliegue estético —nunca visto en el reciente cine español—, responde el sobresaliente reparto con unas interpretaciones magníficas, que suplen la ausencia de diálogos con una enorme riqueza gestual, de gran eficacia dramática. Todos están muy bien, pero cabe destacar la oxigenante frescura de Macarena García —que explota en sus vibrantes escenas taurinas, maravillosamente rodadas—, el patético desamparo del mexicano Daniel Giménez Cacho y la desbordante crueldad de Maribel Verdú, que compone una madrastra de antología, también por el modo en que luce el precioso vestuario que le ha diseñado Paco Delgado.

Quizás los cómicos devaneos sado-maso de la madrastra y su chófer (Pere Ponce) resulten demasiado grotescos. Quizás el guión sufra un cierto desmayo narrativo a mitad de metraje. Quizás habría ganado con un desenlace más luminoso. En todo caso, son defectos menores de una grandísima película, de una verdadera lección de buen cine —ese homenaje a La parada de los monstruos (Freaks), de Tod Browning…—, emocionante hasta la lágrima, divertida hasta la carcajada, nada ideológica y siempre respetuosa con la cultura y las tradiciones españolas y, en concreto, con la sincera religiosidad católica de muchos de los personajes. Una joya, en fin, que marca un camino a seguir.

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