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Cambio de reinas

Caratula de ""

Crítica

 

España y Francia estuvieron enfrentadas en guerras mucho tiempo y todavía quedan ascuas de aquellas relaciones beligerantes en el deporte.

Pero, entre otros, hubo un intento de aplacar aquellas relaciones que ha llevado a la pantalla el afamado escritor francés y director de cine Marc Dugain (La maldición de Edgar, El pabellón de los oficiales…) en Cambio de reinas, un filme de época que nos traslada al siglo XVIII.

En aquellos momentos donde en la corte española se hablaba en francés, ya que reinaba Felipe V (Lambert Wilson: La clase de piano, El emperador, Las confesiones…), nieto del rey galo Luis XIV. Este y el regente de Francia, Felipe de Orleans (Olivier Gourmet: Dos mujeres, Un pueblo y su rey, La chica desconocida…), por la minoría de edad de edad de Luis XV,  decidieron poner fin a la contienda que habían mantenido durante varios años y tender puentes de amistad. Para ello, este último ofreció en matrimonio a su hija adolescente Luisa Isabel de Orleans (Anamaria Vartolomei: Ma révolution, L’ideal…) con don Luis (Kacey Mottet Klein: Cuando tienes 17 años, Primavera en Normandia, Sister…), heredero al trono de España. Al unísono Felipe V daría a su hija, niña aún, Mariana Victoria de España (Juliane Lepoureau: Mi familia del Norte, El viaje de Fanny…) para casar con el todavía joven Luis XV (Igor van Dessel: El fiel, El viaje de Fanny…).

Con guion del propio Dugan y de Chantal Thomas, autora de la novela, el guionista y director realiza un brillante filme en el que todo ayuda a su contemplación reiterada. Ayuda, y mucho, la espléndida fotografía del también director de cine y guionista Gilles Porte y una música que combina sonidos barrocos con otros más modernos, dependiendo de las actitudes dramáticas de los personajes. El montaje enfatiza el boato de las cortes respectivas y la psicología de los personajes, donde observamos, entre otros, a un Felipe V sufriente por los millones de muertos en sus guerras. Lleno de escrúpulos se maltrata, incluso físicamente, considerando que Dios no le perdonará. De hecho los últimos años de su vida los pasó apenado en la cama.

Pero en este tablero estratégico entre España y Francia los que suportaban una paz entre las dos naciones y los que más sufrieron las insidias de las cortes respectivas serían cuatro niños y jóvenes. Por una parte, Mariana Victoria de España, que con apenas 7 años marchó a la corte francesa con su muñeco. Allí recibió un trato frío de su futuro marido, el también niño a punto de la pubertad, Luis XV, quien estuvo gobernando desde el primer momento a pesar de su corta edad. Los consejeros le acuciaban para que buscara otra pretendiente para engendrar un hijo y continuar la dinastía, ya que en Mariana, que no crecía como mujer, según sus “urgencias”, no encontraban la solución. Esta fue devuelta a España y con el tiempo sería regente de Portugal y daría al rey luso cuatro hijas.

A la adolescente Luisa Isabel de Orleans le tocó venir a España a contraer matrimonio con don Luis, el hijo del rey. A la joven, adolescente con personalidad, la chirriaba la estrechez de la corte española y procuraba huir de sus actos religiosos. Con el tiempo, llegó a amar a su futuro marido cuando este se plantó ante su padre y mandó que no despacharan para Francia a la joven díscola. Esta actitud encandiló a Luisa Isabel que cambió radicalmente y ganó el corazón de la joven, que llegaría a cuidar amorosamente a don Luis cuando este enfermó de viruela y murió. Luisa Isabel fue devuelta a su país y murió sola y olvidada a los 32 años.

El drama de los cuatro niños-jóvenes es uno de los grandes atractivos de este filme, preciosista en su puesta en escena que, además, reivindica las figuras de los muchachos ante las mezquindades humanas en sus deseos de poder que les rodeaban.

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