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Camino a la escuela

Caratula de "" () - Pantalla 90

Crítica:

Público recomendado: Jóvenes

Este sensacional documental sigue los pasos de diversos niños de los cuatro puntos cardinales, para los que asistir a la escuela es una verdadera odisea, no exenta de peligros de todo tipo.

Jackson, de 10 años, debe recorrer quince kilómetros en dos horas, con su hermanita Salomé, sorteando a los susceptibles elefantes de la sabana de Kenia. Los dos hermanos pequeños de Samuel, de 11 años, parapléjico en Bengala, India, invierten una hora y quince minutos en empujar y arrastrar su destartalada silla de ruedas por los accidentados cuatro kilómetros que los separan de su colegio. En Marruecos, Zahira, de 12 años, recorre con sus dos mejores amigas veintidós kilómetros durante cuatro horas por los abruptos caminos de las montañas del Atlas donde viven. Y, finalmente, Carlitos, con su hermanita en la grupa, cabalga durante una hora y media por la Patagonia argentina para recorrer los dieciocho kilómetros que lo separan de la escuela.

De su primer a su último encuadre resulta luminosa y conmovedora esta película del francés Pascal Plisson (‘Massai – Les guerriers de la pluie’, ‘Les mystères de Clipperton’), Premio César 2013 al mejor documental. Además de una sustancial y variada puesta en escena —en las que fluyen el drama, el humor, la intriga, la aventuras…—, ‘Camino a la escuela’ goza de una preciosa fotografía del propio Plisson y Simon Watel —que sacan brillos insospechados a los impresionantes paisajes que ruedan—, y de una sugestiva partitura de Laurent Ferlet, en la que se integran sutilmente los ritmos étnicos de cada cultura. Pero lo que de verdad cautiva al espectador es la inocente y arrebatadora veracidad que transmiten esos niños, cuyas ansias de aprender les llevan a hacer acciones verdaderamente heroicas con la mayor naturalidad y alegría. En este sentido, Plisson subraya acertadamente la importancia que tienen en esa actitud positiva de los chavales el cariño que gozan en sus familias y su sincera religiosidad, que manifiestan también con una sencillez encantadora.

En fin, un documental gozoso, de los que te reconcilian con el ser humano, y de los que te permiten seguir creyendo en el inmenso poder transformador de la educación en las virtudes, en el espíritu de sacrificio, en el cariño familiar, en la solidaridad, en el bien común, en el amor a Dios… Valores, por cierto, muy a contracorriente del permisivo individualismo hedonista, complaciente, apático y degradante, que se pretende imponer en tantos países occidentales.

 

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