Crítica
Público recomendado: +16
The Hating Game (Cariño, cuanto te odio) es una comedia romántica de libro en el sentido figurativo -sigue los cánones de la clásica comedia estadounidense cursilona y con final feliz para adolescentes- y en el sentido literal -está basada en la novela Sally Thorne-, un culebrón sin mucha pretensión que podría valer para telefilme de tarde de domingo.
Peter Hutchings, creador de largometrajes como No te lo vas a creer (2019) o Cuando apareciste tú (2018) suele rodearse de jóvenes y bellas intérpretes del circuito convencional estadounidense del estilo de Maisie Williams (Juego de tronos, Los nuevos mutantes) o Peyton List (Cobra Kai, The friendship game o Jessie). En esta ocasión, se sirve del talento de Lucy Hale (Borrego, sal del camino; Katy Keene) y Austin Stowell (12 valientes, Colossal) para dar vida a dos personajes de mucha actualidad, con los que quizás más de uno se pueda sentir identificado en la anécdota o en la circunstancia, pero de poca profundidad humana.
La película aborda temas presentes en el día a día de muchos jóvenes, que son interesantes para reflexionar: La competencia que surge entre dos aspirantes al mismo puesto de trabajo, la influencia que tienen sobre nosotros nuestros padres y la soledad relacionada con el ritmo frenético de trabajo en la sociedad occidental de nuestros días; aunque dudo mucho que la intención del director sea la reflexión, más bien todo apunta a querer divertir, entretener o incluso simplemente retratar algunos de los problemas que pueden enfrentar los trabajadores de alguna gran (o pequeña) compañía y cuyas aspiraciones laborales ocupan un lugar prioritario en sus vidas, algo que por suerte o por desgracia, nos ocupa a menudo entre compañeros, amigos y familiares. Con poca trascendencia, es una comedia romántica al uso, pero eso sí: con picardía, ironía y mucha química entre los personajes, una buena premisa para recaudar en taquilla.
La trama se plantea sobre un conflicto en el ámbito profesional que da pie a una batalla constante y va fraguando un “jueguecito” de amor y odio -así lo denominan los mismos personajes- entre él y ella, hilo conductor de la historia y pretexto para hacer surgir toda esa tensión sexual entre ambos, una recreación tremendamente infantil y cursi que, aunque proyecta levemente alguna ambición más general, reduce el amor a satisfacer los deseos sexuales y las ganas de compartir el tiempo juntos.
Destacaría un rasgo interesante en el personaje de Joshua, del que podemos extraer una enseñanza: La presión psicológica a la que se ve sometido por su padre debido a no haber seguido la tradición familiar de dedicarse a la Medicina hace que el joven se aleje de ellos, se infravalore y se vea lastrado por creer que es menos válido que su hermano, con quien le comparan. Esto sí nos puede hacer reflexionar sobre nuestra propia experiencia e inspirarnos para dar un paso al frente en nuestro camino.