Crítica
Público recomendado: +18
Todos recordamos la famosa película de Jean-Paul Rappeneau Cyrano de Bergerac, interpretada por Gerard Depardieu hace ahora treinta años. La película adaptaba la obra de teatro en verso del francés Edmond Rostand, escrita en 1897. Eran los años del nacimiento del cine, con Lumière y Méliès, los años del Moulin Rouge y de la famosa actriz Sarah Bernard. Era la Belle Epoque. Cartas a Roxane nos cuenta precisamente, en clave de amable comedia, la gestación precipitada de ese libreto, en un momento en que Rostand -interpretado por Thomas Solivéres- pasaba por malos momentos creativos y financieros.
La película cuenta cómo Rostand se basaba en la vida real para componer su obra. Concretamente se inspiraba en el hecho de que él escribía cartas de amor para la amada de su amigo Leónidas -encarnado por el humorista francés Tom Leeb-, muy torpe de verbo. Exactamente lo que le sucede al personaje de Cyrano. Este paralelismo entre realidad y ficción literaria es el mismo que veíamos no hace mucho en la película El hombre que inventó la navidad (Bharat Nalluri, 2017) en la que se nos relataba el proceso creativo de Dickens para escribir Cuento de Navidad.
El joven cineasta y guionista parisino Alexis Michalik pinta un retrato preciosista del París de la Belle epoque, y aunque nos ofrece un par de detalles de mal gusto, no se recrea en los bajos fondos que frecuentaban los artistas del momento. Más bien se centra en la bondad del personaje y de sus relaciones familiares, en las que a pesar de sus sombras, siempre prevalece la luz del hogar y del amor. El argumento cuenta con fuertes secundarios, como el famoso actor Constant Coquelin que dio vida a Cyrano en su estreno y que aquí encarna brillantemente Olivier Gourmet. Una película de época entretenida, divertida e ilustrativa.