Crítica

Público recomendado: +16

 Cielo de medianoche, última película dirigida y protagonizada por George Clooney, inspirada en la novela de 2016 de Lily Brooks-Dalton y ahora disponible en Netflix presenta nada menos que la ambición de escenificar el fin del mundo: nos encontramos en 2049, un supuesto evento cataclismático ha afectado la tierra y sus habitantes se ven forzados a evacuarla – para ir a algún sitio del que la película no nos especifica nada. El único hombre que decide quedarse en un planeta ya demasiado hostil para poder sobrevivir es Augustine Lofthouse (protagonizado por el mismo Clooney), un científico solitario y enfermo, que, ya sea por su temperamento antisocial, ya sea por la inevitabilidad de la enfermedad que parece condenarlo a morir pronto, prefiere esperar solo en una planta astrofísica del Ártico (la única que todavía aún emite señales al exterior), esperando el fin. Hay una doble narración, mientras seguimos los angustiosos sucesos que afectan a Augustine, vemos a una nave espacial llamada Aether (cuyo equipo es representado por  Felicity Jones, David Oyelowo, Tiffany Boone, Demián Bichir, and Kyle Chandler) que, después de haber explorado un planeta potencialmente con vida, redirige su ruta hacia casa, obviamente en la inconsciencia de que casa, tal y como era conocida, ya no existe. Todo esto está condimentado por un intento de insertar un drama paternofilial en una historia de ciencia-ficción a lo Nolan, sin que el intento logre su objetivo. El guion pretende conectar sus múltiples hilos -temporales y espaciales- en una narración coherente, pero la estructura de la película se hace pesada, y parece que la pregnancia del relato se centre en unas pocas escenas sentimentales, aisladas, que solo al final se integran entre ellas revelando al espectador su razón de ser. Quizá es valorable la aspiración de Clooney de cuestionar indirectamente el problema de la contaminación que afecta al planeta, el cambio climático, y las desastrosas consecuencias para la humanidad. Pero, de nuevo, la estructura narrativa queda débil, no hay profundización psicológica en los personajes, ni dinamismo a pesar del tema, sino aislados golpes de escena, así que el drama que promete desarrollarse al principio queda finalmente reducido a la representación de alegrías y dolores de las relaciones familiares, opción legítima pero floja en el contexto de la película, e igualmente no suficientemente “explotada” y profundizada.