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Como la vida misma

Caratula de "Como la vida misma"

Crítica

Púbico Recomendado: Jóvenes y Adultos 

 Entre tropiezos, fracasos, desencantos, pérdidas de seres queridos, venganzas, reconciliaciones, anhelos… vamos viviendo sin patria a la que llegar, movilizados por un narrador que mueve los hilos sin pedirnos permiso. Este es el planteamiento de la película Life Itself (en España, Como la vida misma), escrita y dirigida por el estadounidense Dan Fogelmanm (Directo al corazón, ex guionista de Pixar y creador de la exitosa serie de NBC This Is Us).

Will (Oscar Isaac: El año más violento, Suburbicon, Atrapados…) y su mujer Abby (Olivia Wilde: Dentro del dolor, El efecto Lázaro, La fórmula de la felicidad…) van a tener una niña, pero un accidente mortal de ella lleva a la desolación a su marido y a precisar de terapia para salir adelante. Terapia que ejerce la doctora Cait Morris (Annette Bening: Las estrellas de cine no mueren en Liverpool, Valmont, A propósito de Henry…). Esta es una de las historias, narradas en varios capítulos, con las que Fogelmanm plantea la interconexión entre personajes que luego se conocerán en algunos casos y, en otros, lo harán sus descendientes.

El segundo relato es para Dylan (Olivia Cooke: Ready Player One, La señal, Ouija…), la hija que nació de los anteriores y su abuelo, con el que ha vivido siempre. Esta ausencia de padres la lleva a conductas abruptas que esconden un profundo malestar.

Fogelmanm da un salto hasta España, concretamente a Andalucía, para presentarnos al señor Saccione (Antonio Banderas: La piel que habito, La música del silencio, Oro negro…), hijo de italiano y española, ya muertos, e inmensamente rico. Tiene una gran hacienda, cuyo capataz es Javier (Sergio Peris-Mencheta: La zona, Luz de domingo, Los Borgia…), marido de Isabel (Laia Costa: Nieve negra, Newness, Victoria…). Ambos tienen un hijo, Rodrigo (Yeray Alba) —de mayor conocerá a Dylan— que fue espectador de pequeño en la muerte de la esposa de Will, por la que precisa de ayuda psicológica. Lastrado por este asunto y por la presencia benéfica de Saccione, su matrimonio no durará mucho.

Fogelmanm teje estas historias en las que prima el drama humano que va a contracorriente de los deseos de cada personaje y que les conduce a finales fatalistas, en algunos casos. Un sinsentido que ellos achacan a un narrador subjetivo que mueve los hilos. Es la conclusión del vivir, que solo se ve salvado por el amor que uno haya acogido o dado a quienes han formado parte de su existir.

Recuerda ésta película a algunos anuncios publicitarios actuales que subrayan la importancia de conocer y estrechar lazos con los miembros de la familia, apostando en y para ella nuestra mayor dedicaciones y desvelos. Pero habría que preguntarse si está es la posición adecuada para vivir una vida más plena.

Y sobre todo no dar por supuesto, como hace Fogelmanm, por qué sale de nuestra naturaleza este deseo de amar y de ser amado que nos constituye principalmente, máxime cuando secularmente nos hemos embarcado, y seguimos haciéndolo, en eliminar a nuestros iguales en venganzas y guerras.

Llegado a este punto, a este filme, que apuesta todo por el amor que dar, le falta sustentar adecuadamente las razones y emociones que a hombres y mujeres les mueve para optar por amar o lo contrario. Al no llamarlas a capítulo, Como la vida misma, queda impregnada de un cierto sentimentalismo y se apunta a un final feliz al que faltan asideros de más fustes. Con todo, hay un intento de dar respuesta a cómo vivir mejor y con más intensidad y sentido que, aunque no esté a la altura del deseo del ser humano, es una bocanada de aire puro para los tiempos nihilistas que corren.

 

 

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