Crítica
Público recomendado: +18
A la tripulación de una embarcación de pesca se incorpora una joven doctoranda que estudia los patrones de comportamiento de los seres marinos microscópicos. Su trabajo consiste en hacer unas prácticas obligatorias para su programa de doctorado. Un día el barco se detiene en alta mar: al casco y a las hélices se ha adherido un gran organismo parecido a un molusco que segrega una sustancia reproductora tremendamente corrosiva y letal.
Esta producción irlandesa, que oficialmente está calificada como “drama” estaría mucho mejor considerada en el género “terror”. Parece que si no aparecen zombies o criaturas del más allá, una película no merece ser incluido en ese género que vive horas bajas de calidad, pero horas altas en cuanto a número de producciones. Contagio en alta mar debe ser tenida como una buena película de terror. No hay fantasmas ni exorcismos, solamente unos parásitos marinos letales para el ser humano. Tampoco es una distopía apocalíptica post-covid, sino más bien un problema médico-biológico que solo va a afectar a una decena de personas. Pero es terror porque implica muchas características del género: ambiente claustrofóbico, incomunicación, oscuridad, peligro fuera de control, pánico ante una hipotética pandemia, miedo a lo desconocido.
El suspense del film funciona, y las situaciones humanas son verosímiles -algo ya inaudito en el actual género de terror-. Lo más interesante en el momento presente es que plantea una cuestión de desgraciada actualidad: la responsabilidad personal ante el riesgo de contagio. Y como ocurre en nuestra realidad hay personajes que optan por el “ande yo caliente” y otros que están dispuestos a sacrificarlo todo para evitar un contagio descontrolado y mortífero. La actriz internacional Hermione Corfield resuelve con oficio su papel protagonista, apoyada por unos brillantes secundarios, bajo la dirección de la cineasta y guionista irlandesa Neasa Hardiman.