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Crimen a contrarreloj

Caratula de "" () - Pantalla 90

Crítica

Público recomendado: + 16

El pasado viernes, 14 de febrero, los cines españoles recibían en sus salas al filme Crimen a contrarreloj, insustancial thriller sobrenatural, escrito y dirigido por el joven director de cine estadounidense de 47 años, Jacob Estes (Los detalles, 2011), a partir de una historia propia y del cineasta Drew Daywalt, que distribuye Universal.

El detective Jack Radcliff no sabe a qué atenerse tras informarle de que toda su familia ha fallecido, presumiblemente a manos de un asesino. De forma misteriosa, el agente recibe una llamada telefónica de su sobrina Ashley, una de las víctimas mortales, realizada desde el pasado. Así las cosas, Jack y Ashley, comunicados por teléfono en planos temporales distintos, harán lo imposible por esclarecer lo acontecido.

Fallida propuesta fílmica, próxima al cine de serie B, que quiere tomarse en serio. Los problemas son bastantes y, entre ellos, lo de abarcar mucho. Se entiende que la paradoja temporal, mezclada con la ciencia ficción, resulta una idea atractiva para ser llevada al cine.

El ejemplo más representativo sobre el tema sería la exitosa trilogía de Regreso al futuro (Robert Zemeckis). Al margen de esta edificante propuesta, tenemos también otras historias que supieron manejar los hilos sobre el espacio-tiempo con acierto. Son los casos de Los cronocrímenes (Nacho Vigalondo, 2007) o Predestination (Michael Spierig, 2014), entre un largo etcétera.

Pero el argumento sobre el que se sostiene Crimen a contrarreloj, no tiene nada que ver, o si tiene algo que ver, está sólo relacionado con la ambición de Estes de mezclar un poco todos los ingredientes a ver qué sale.

Entonces las piezas del conjunto empiezan a hacer aguas, casi desde el principio. El guión, por un lado, ni es claro ni apuesta por ofrecer algo de luz en su desarrollo. Eso, por no hablar de la desdibujada estructura del filme, que emplea el aspecto sobrenatural para dar paso al thriller y después a la ciencia ficción sin armonía, sin nexos dramáticos que faciliten acciones consecuentes.

En este sentido, y a sabiendas de lo fácil que resulta justificar en este tipo de historias cualquier cosa, los guionistas ni siquiera se plantean los porqués de la aventura, simplemente los muestran al espectador, dando por hecho explicaciones que no se dan. Además, este convencionalismo se traslada de igual modo a los personajes, cuyos actores poco pueden hacer para que sus interpretaciones sirvan de algo.

Todo ello convierte a Crimen a contrarreloj en un producto mediocre, sin alma, aburrido, confuso y desganado desde su arranque, que aunque visualmente apunta maneras, se termina precipitando hacia el pozo de la nada, donde conviven lo gratuito con lo insustancial.

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