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Cuando tienes 17 años

Caratula de "" () - Pantalla 90

Crítica:

Público recomendado: Adultos

La propuesta homosexual en el cine va adquiriendo más protagonismo, incluso con planteamientos fundamentados en decisiones personales directas —bruscas, en esta ocasión—, alejadas de cualquier discernimiento que no sea aferrar y reivindicar los impulsos personales. Un buen ejemplo de ello es Cuando tienes 17 años, del director francés André Téchiné (La chica del tren, Los testigos, Otros tiempos…), filme con escenas explicitas de sexo en este sentido.

Damien (Kacey Mottet: Keeper, Primavera en Normandía…) vive con su madre en un pueblo francés donde ella ejerce de médica. El joven tiene continuos encontronazos en el instituto con Thomas (Corentin Fila), un chico solitario y asocial que vive con sus padres adoptivos en la montaña, donde se ocupa de las tareas de la granja en el tiempo que no está en la escuela, a la que llega tras cerca de dos horas a pie y en transporte público.

La madre de Thomas espera un hijo natural y debe guardar reposo absoluto, indicado por la madre de Damien, ya que ha tenido anteriormente varios abortos naturales. Esto motiva que la doctora proponga a los padres adoptivos de Thomas la acogida temporal de este para que se pueda centrar en sus estudios, que descuida continuamente. Así empezará una convivencia estrecha y difícil entre Thomas y Damien.

Aunque la cinta, con guion del propio Téchiné y de Céline Sciamma, tiene como protagonistas a ambos jóvenes, adolece de momentos y situaciones inconexas de la historia principal, que la hacen navegar a la deriva en distintas situaciones en los cerca de 120 minutos de metraje. Suceden hechos que despistan o “entretienen” del tronco principal del filme, con lo que los giros narrativos distraen más que centrar la historia (la muerte del padre, militar, de Damien y su posterior condecoración a título póstumo, la ensoñación sexual de su madre con Thomas…).

Así, en Cuando tienes 17 años se alarga gratuitamente su metraje y más parece una maniobra para conseguir una concreción física de esa atracción homosexual que no en entrar en las razones de fondo sobre qué bulle en el interior de una persona para preferir el amor con alguien de su mismo sexo.

Pero no es real presentar algo como una elección personal que no requiere de consideraciones en el propio individuo (se adopta y punto), cuando se trata de algo de tal calado. Y es, por tanto, una impostura de Téchiné por el hurto que hace de ellas, con lo que parece subrayar que es un derecho personal que no precisa justificación alguna para el espectador, y su único objetivo es promover la aceptación social; deberá enfrentarse a la ley quien lo cuestione.

Reivindicar estos derechos (ejercicio libre de distintas opciones sexuales, practicar el aborto, pedir la eutanasia, matrimonio homosexual…) no va a calmar los anhelos de plenitud y sentido de la persona, porque están en la estructura de nuestra naturaleza. Basta con ser honesto y observarnos en nuestro vivir cotidiano para experimentar que distan mucho de ser satisfactorios cuando los ejercitamos.

También se equivocan quienes todo lo fían a leyes que frenen “los nuevos derechos”, porque, además de no con contar con el favor social ni político, no perciben que el problema es de fondo, de lo que es mejor y más correspondiente para vivir, latente en nuestro núcleo interior.

 

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