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Cuestión de derechos

Caratula de "" () - Pantalla 90

Crítica

Público recomendado: +16

El pasado viernes, 12 de los corrientes, las salas de cine españolas recibían al drama judicial estadounidense Cuestión de derechos, que supone el debut del joven cineasta James Ball, tanto en la dirección como en la escritura del filme, compartida en este caso con Richard Cutting. Película atractiva por su planteamiento, sin duda generará controversia. A ella ya nos referimos desde estas pantallas, cuando ofrecimos un clip exclusivo del filme. Distribuye en salas la afamada European Dreams Factory.

La película narra las vicisitudes de Ethan y Emma. Son jóvenes, guapos, buenos estudiantes y mejores personas. Enseguida congenian y se hacen pareja. Tras su primer y único encuentro íntimo, Emma se queda embarazada. A partir de ese momento, un torrente de emociones incontroladas sacudirá la vida de las respectivas familias de la pareja y de ellos mismos.

Emma no quiere tener el bebé, desea abortar aupada por los consejos de su madre. Esta familia tiene una idea liberal y autosuficiente frente a situaciones como esa y opta por tirar por la calle de en medio. Sin embargo, la de Ethan es una familia que apuesta por la vida. Él reconoce no haber hecho lo que va en sintonía con su vida de fe, pero cuenta con el apoyo de sus padres. De modo que está dispuesto a que ese hijo nazca.

Así las cosas, y ante la imposibilidad de llegar a acuerdos, ambas familias se verán abocadas a enfrentarse en los tribunales. Será, pues, la justicia, quien centre el debate sobre la vida humana. Como era de esperar, el juicio acaparará la atención nacional y pondrá a prueba el amor de la pareja.

No es la primera vez, ni será la última, que el cine ponga sobre el tapete las cuestiones en torno al aborto y la eutanasia, que precisamente están de total actualidad en España. Un debate con partidarios de la cultura de la vida como de la cultura de la muerte repartidos a partes iguales.

En el caso que nos ocupa, el filme toma como punto de partida el suceso acecido el 22 de enero de 1973, cuando la Corte Suprema de Estados Unidos anunció su decisión en el caso Roe contra Wade (410 U.S. 113 (1973)), que versaba en torno a una ley de Texas que determinaba que el aborto era un delito, excepto cuando la vida de la mujer estaba en riesgo.

En Cuestión de derechos, la historia de James Ball está sutilmente enfocada desde un punto de vista optimista y cristiano -que no se utiliza gratuitamente-, en torno a la vida del no nacido, si bien es cierto que se esgrimen argumentos, a favor y en contra, sobre el inicio de la vida y, por tanto, si la dolorosa e inquietante decisión de abortar se convierte en delito o si en todo caso no se incurre en él porque, aunque esté en el vientre de la madre, es solo un popurrí de células.

Esta propuesta argumental resulta atractiva, porque sin trucos maniqueos desde el guion, y con informaciones contrastadas, se va tejiendo un caldo de cultivo firme y honesto sobre el punto de partida de la vida humana. Entre otros hallazgos de la trama, puede destacarse la gran paradoja de que cuando una mujer embarazada muere por violencia, de lo que se habla es de un doble asesinato, pero si el tema tiene que ver con el aborto, la vida del no nacido se descarta y sólo cuenta la madre.

Y a pesar de que cinematográficamente Cuestión de derechos es mejorable y algo repetitiva, Ball va al grano desde el principio, nada resulta forzado o impostado, el drama está bien estructurado, bien ajustado de ritmo, se sigue con interés, cuenta con interpretaciones correctas y, lo más importante, el director demuestra ser un valiente en los tiempos que corren al adentrarse sin remilgos en este espinoso debate, del que sale reforzado, gracias a un guion ocurrente, creíble y fértil, que a nadie puede dejar indiferente.

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