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Dando la nota 3

Caratula de ""

Crítica:

Público recomendado: Jóvenes-Adultos

Las “Bellas”, el grupo femenino de canto a capella, que ya había ganado el campeonato universitario (Dando la nota, 2012) y el campeonato del mundo (Dando la nota aún más alto, 2015) vuelve a la carga, pero esta nueva reunión de las “Bellas” se produce cuando ya el grupo se ha desintegrado y todas ellas se las han tenido que ver con el duro inicio de sus carreras profesionales.

Cargadas de nostalgia por volverse a reunir, reciben la invitación adecuada para un reencuentro. Cuando parece que su carrera como grupo está acabada, cae del cielo una oportunidad para una gira internacional acompañando a las tropas del ejército estadounidense desplegadas en Europa.

¿Tiene esta tercera entrega algo nuevo que aportar o es más de lo mismo? La directora Trish Sie se puso manos a la obra y lo ha logrado. Ella se ha confesado fan de las entregas previas y honrada por verse continuadora, lo que le ha inspirado mucho respeto por sus personajes. El mismo elenco de actoras, que se lleva muy bien, ha gozado de una gran libertad en el desenvolvimiento de sus personajes. El guion se modificó muchas veces, pero varias cosas las tenía muy claras. Por lo menos, tres, según dio a conocer en entrevistas: la renuncia a hacer una trama en el que dos de las “Bellas” se pelearan por un hombre, la necesidad de contarnos más sobre el pasado de alguna de ellas y la trama de aventuras a lo James Bond. De este modo ha logrado no estancarse en la fórmula ya conocida de concurso-competencia-rivalidad-victoria final; y además ha superado el tono excesivamente chabacano de la segunda entrega. Ha superado ese regustillo feminista ramplón de la segunda entrega. No era un feminismo antimasculino, sino más bien un feminismo de la independencia total, en plan “y si somos las mejores bueno y qué”. Pero en esta entrega, más sensata, encontramos a las “Bellas” más vulnerables, más verdaderas, más humanas. Si por algún lado se ha excedido es por lo excesivamente melosas que son las relaciones de ellas entre sí. Pero a eso la directora contesta que, con los tiempos que corren, es una medicina que nos viene bien. Razón no le falta. Las bellas son una familia, como les gusta decirse a sí mismas. Da igual la ambigüedad del término, lo cierto es que los lazos de la amistad merecen la pena ser cantados, (y bailados).

Lo que sigue siendo impresionante es la música y las coreografías, siempre en el nivel más alto posible. Podríamos decir que estas escenas, músicas y bailes justifican, con mucho, la película.

 

 

 

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