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Dando la nota- Aún más alto

Caratula de "" () - Pantalla 90

Crítica:

Público recomendado: Adultos

Después de cerrar el primer Dando la nota (Jason Moore, 2012) con la victoria de las Bellas en el campeonato nacional universitario de canto a capella, encontramos ahora Dando la nota-Aún más alto, que comienza con las chicas actuando delante del mismo presidente de los USA.

Un desafortunado y chabacano incidente, (cuando Fat Amy está colgada de un trapecio, en lo más alto –símbolo del status alcanzado por las Bellas-), arruina la carrera de la formación, así como su prestigio y, por alcance, el de la Brenton University. Se les expulsa de la federación correspondiente, pero aún les queda una oportunidad de lavar su nombre, que es el Mundial de canto a capella, que no entra dentro del paraguas de su federación, por ser de ámbito internacional.

A partir de aquí tenemos: las tramas, tremendamente previsibles, la música, buena, y las coreografías, insuperables. Son lo mejor de la película, tanto las de las Bellas, como las de Das Sound Machine, la perfecta agrupación germana, campeona del mundo, que funciona con la precisión y la fiabilidad de los mejores motores del mundo. El sentimentalismo es del barato, y no encontramos aquellas subtramas de la primera entrega que elevaban el nivel humano de los personajes y enriquecían la densidad de la película. El cambio de director, de Jason Moore a la guapa Elisabeth Banks, que se estrena como directora de un largometraje, no le ha sentado nada bien a esta secuela; ha logrado superar las coreografías, ya era difícil, pero también la ha superado en frivolidad y grosería. Por otra parte, la misma Elisabeth Banks, que repite como actora en el papel de comentarista, con ingeniosos y cáusticos diálogos con su compañero (John Michael Higgins), lidera la parte quizá más inteligente, con esa crítica demoledora, subyacente, al wasp americano.

En el debe de la directora vamos a poner alguna otra importante cuestión. No es, ni de lejos, el mejor trabajo de actores de algunos de los que aquí vemos (Anna Kendrick, Britanny Snow) quizá poco demandados por la superficialidad y previsibilidad del guion. Que un grupo estadounidense tenga que participar en un mundial en el que no son favoritos es un tema que nos recuerda, en exceso, a una reciente cinta que pasó con más pena que gloria, pero que presenta, al menos, lecturas y profundidades mucho más ambiciosas, como La batalla del año (Benson Lee, 2013), sobre una competición de baile hip-hop. Esta película arriesgó más pero ni optó por la taquilla fácil, ni tenía el reparto de esta. Implicaba una reflexión sobre el liderazgo perdido de los Estados Unidos, sobre su mala prensa internacional, y sobre todo, sobre la grandeza de su sistema de integración de etnias, razas y culturas. Temas abordados muy tangencialmente, poco y mal, y a años luz de distancia, por Banks.

A lo que sí se le dedica más es a una reivindicación, no muy beligerante, del protagonismo de las chicas, de la mujer en general, pero no sobre un modelo de competencia y guerra con el varón, del tipo ganar-perder, de suma 0, sino fundamentado más bien, en una especie voluntarista de “y si somos las mejores, bueno ¿y qué?”.

Por último, vayamos ahora a los avisos a navegantes, especialmente padres: el manejo de los tiempos. Cada cosa tiene su tiempo y su lugar y esta no es película de adolescentes, aunque vaya a arrasar entre ellos. La ligereza de los enfoques y tratamientos requieren un cierto criterio del espectador que no se puede dar por supuesto entre los chicos y chicas más jóvenes. No hay que ser un elitista o un snob, un pedante de la alta cultura, para reconocer que la media de la programación televisiva y cinematográfica es baja: mucho humor verde, marrón, vocabulario soez: humor grueso, en suma. El humor inteligente es rara avis, delicatesen. Con números que dan escalofríos en su estreno en los USA, Dando la nota aún más alto que, sin duda, va arrasar en taquilla, será divertida para ciertas edades, pero es disolvente para las más tempranas.

 

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