Crítica
Público recomendado: +16
De Gaulle es un largometraje dramático que narra cómo el general francés, a quien encarna el actor francés de origen irlandés Lambert Wilson, se convirtió en el símbolo de la resistencia francesa contra la ocupación nazi y la colaboración.
La acción comienza en mayo de 1940 con los combates entre la República y los ejércitos del III Reich que la han invadido. El gobierno está dividido. Algunos quieren seguir combatiendo y retirarse, si es preciso, al norte de África para continuar la lucha desde los territorios imperiales de Ultramar. Otros sostienen que la derrota es un hecho y que Francia, debilitada por las políticas de los años de Entreguerras, es incapaz de oponerse al invasor. El general vuela como enviado especial a Londres para fortalecer la alianza con el Reino Unido. De Gaulle lo tiene todo en contra. Debe poner a salvo a su familia. Debe cuidar de la pequeña Anne, su hija menor discapacitada. Trata de ponerlos a salvo en medio del hundimiento. Huye a Londres. Busca el apoyo británico para organizar lo que sería la llamada Francia Libre. Entra en la Historia.
Con este biopic el director francés Gabriel Le Bomin (Bastia, 1968), formado en la escuela del Ipotesi Cinema de Ermanno Olmi, da forma biográfica a la narración nacional de la resistencia contra el Reich que se ha popularizado desde el final de la II Guerra Mundial. Desde la perspectiva de uno de sus protagonistas -no por ser el más conocido fue el único, naturalmente- el espectador asiste al surgimiento de un movimiento patriótico al que nuestro general daría impulso y voz desde sus famosas alocuciones radiadas en 1940 gracias a la BBC.
La película tiene momentos de gran interés dramático -las discusiones sobre la inutilidad de la resistencia y sobre las causas de la derrota, el antisemitismo, la visión del III Reich como el futuro de Europa- y algunos de gran ternura como los encuentros de la pequeña Anne con su padre. Sin embargo, uno echa en falta algo de profundidad sobre las distintas sensibilidades que existieron en torno a la resistencia. Hay personajes como el mariscal Pétain, el vencedor de Verdun, a quien se despacha con unas pocas frases que no recogen la complejidad del periodo de mayo y junio de 1940.
Ahora bien, esto no desmerece en general la película, sino que invita a complementarla. Se trata muy poco la importancia de la carrera militar de De Gaulle antes de la batalla de Francia. Él ya había advertido de la potencialidad de los carros de combate, la aviación y las unidades móviles. Había participado en la Guerra Polaco-soviética (1919-1921). Era un militar de prestigio con visión política. Esto le permitió tomar para sí la bandera de la resistencia que otros también enarbolaban y a la que algunos sólo se sumaron muy tardíamente.
Hay espacio en esta cinta para una reflexión antropológica sobre el compromiso, la familia, la vida pública y la guerra. No se suele contar que buena parte de quienes abrazaron la colaboración con el III Reich provenían de las filas de la izquierda y el pacifismo como estudió el profesor Simón Epstein en “Une paradoxe français. Antiracistes dans la collaboration, antisemites dans la resistance”. En torno a De Gaulle se reunieron muchos que, desde Londres, desempeñaron un papel crucial en la resistencia.
Esta película narra el punto de partida.