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Deadpool 2

Caratula de "Deadpool 2"

Crítica:

Público recomendado: adultos

El género de súper héroes está en un nivel de popularidad tan alto, que incluso un personaje Marvel de segunda línea como Deadpool fue capaz de dar la sorpresa con su primera adaptación en 2016 (si obviamos su breve y denostada aparición 7 años antes en Lobezno).Además, Deadpool obtuvo ese éxito masivo a pesar de contar con una calificación R, que en Estados Unidos supone que los menores de edad no pueden entrar en la sala. Por lo tanto, la secuela parecía inevitable.

Deadpool se encuentra en una crisis vital tras perder a alguien muy importante para él, y llega a plantearse el suicidio. Sin embargo, en su camino se cruzará un niño mutante perseguido, que dará a Deadpool un nuevo propósito.

Deadpool 2 muestra una curiosa contradicción entre fondo y forma. Por un lado, tenemos los rasgos por los que la gente identifica ya a la franquicia: extrema violencia (aunque relativizada por la vía de la parodia); humor de brocha gorda, con numerosas referencias sexuales; y ruptura de la cuarta pared, con Deadpool dirigiéndose a los espectadores y comentando sobre la propia película como obra de ficción. Aspectos todos ellos heredados del cómic original.

Sin embargo, esa irreverencia y exceso formales encierran una historia que reivindica la familia (entendida como núcleo de conexión humana) como el contexto adecuado para el desarrollo vital, y la entrega a los demás (llegando al sacrificio) como camino de vocación y propósito. Así, vemos cómo los personajes más importantes de la historia (Deadpool, Cable, Domino, Russell), están marcados por carencias familiares que deben aprender a cicatrizar, y en la unión con otros encuentran el modo de hacerlo.

Así pues, encontramos que esta secuela supera a la película original en cuanto que ofrece una historia más compleja y mejor desarrollada, aportando aspectos temáticos de interés. Es posible que, por el contrario, se haya perdido el factor sorpresa y algo de la frescura irreverente de la entrega anterior.

Aún así, es evidente que en esta ocasión se ha contado con mejores medios, y David Leitch entrega una película que cumple con las expectativas en cuanto a acción espectacular, situaciones impactantes y una mayor variedad de personajes atractivos surgidos de las viñetas. En este apartado hay que destacar a Domino, interpretado por la joven Zazie Beetz, que puede dar mucho juego en futuras entregas. Ryan Reynolds, por su lado, parece más cómodo que nunca en la piel del personaje, y vuelve a aprovechar la ocasión para reírse de sí mismo.

 

 

 

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